cabecero4

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domingo, 25 de agosto de 2013

MARHUENDA, PASTOR DE IGNORANTES



Ayer, en el programa “La sexta noche”, Paco Marhuenda le preguntó a Alberto Garzón que si apoyaba los genocidios del comunismo. Dijo que no entendía cómo podía haber gente comunista, y que el fascismo era lo mismo que el comunismo, pues ambos mataron a mucha gente.

Garzón dijo que en absoluto apoyaba el asesinato, y defendió a los comunistas diciendo que gracias a su lucha y a la de los sindicatos se consiguieron las conquistas laborales y sociales que disfrutamos ahora.

Carmelo Encinas le apoyó, haciendo entender que era absurdo acusar a los comunistas de hoy de esos crímenes, pues era lo mismo que criticar a los católicos echándoles la culpa de la inquisición, las cruzadas, etc.

También discutieron sobre la guerra civil, discusión en la que no faltó el típico “Fue una guerra de malos contra malos”, de boca de Eduardo Inda. Garzón señaló que no fue así, y que no valían las medias tintas.

Las medias tintas, ese es el problema central. Como los comunistas mataron y los fascistas mataron, comunismo es lo mismo que fascismo. O Paco Marhuenda es un borrego ignorante, o es que quiere que la gente lo sea. Ese reduccionismo se pasa por todo el forro toda la historia del siglo XX.

El fascismo fue una clarísima reacción violenta ante el auge del movimiento obrero. Durante la segunda república, la democracia permitió que los trabajadores tuviesen mejores condiciones laborales, y que sus hijos tuviesen una escuela laica y pública. A los empresarios estaban acostumbrados a imponer su propia voluntad, no les gustaba tener que negociar convenios colectivos y ponerse de acuerdo con los trabajadores. Tampoco gustó la república a los terratenientes, que tuvieron que ceder tierras a los agricultores que la trabajaban y no la tenían. ¡Qué injusto dar la tierra a quien la trabajaba, y no que se la quedara el que la poseía por legítimo derecho hereditario!

Estos señores con pasta no estaban acostumbrados a que algo les saliera mal, y lo mismo le ocurría a la iglesia, que se sentía ultrajada porque perdió el monopolio de la educación, que hasta entonces era pura doctrina católica. Aprovecharon que parte del ejército estaba un poco enfadado (por una reforma militar que redujo el número de oficiales) y financiaron un golpe, con Franco a la cabeza. Obviamente mucha gente salió a la calle a defender la democracia y todo lo bueno que estaba dándole. Y con ellos estaban los sindicalistas, los socialistas y los comunistas, dando ejemplo en su lucha junto a la clase trabajadora. Fue el poder de un pueblo contra el poder del dinero, teñido de “nacionalcatolicismo”. Hubo actos deplorables en ambos bandos, pero reducirlo a una lucha de malos contra malos es un cuento para ignorantes, para borregos.

A muchos les podrá parecer una paranoia, pero qué curioso que la lucha de clases se aprecie tan bien en otros casos de fascismo, como en Alemania. Hitler era un ferviente anticomunista, acusó a los marxistas de quemar el Reichtag, incluso los culpó del crack del 29, olé sus cojones. Normal que grandes empresas como Krupp, Thyssen o Siemenes lo apoyaran (con capital, claro). Para conseguir el apoyo de los trabajadores, el muy caradura colocó su esvástica sobre una bandera de fondo rojo, y bautizó a su partido como “nacionalsocialista”.
Esto mismo es claramente apreciable en el caso de Mussolini, y de los innumerables dictadores que en pleno siglo XXI siguen dando golpes en Latinoamérica. No hace falta profundizar mucho para entenderlo. Quien no lo ve es porque no quiere. Paco Marhuenda prefiere que la gente diga: “los comunistas y los fascistas son lo mismo, y punto”. Hay que destacar lo del “y punto”. Algo así como “eso es todo”, o “no me cuentes historias”, o “no me da el cerebro para más”. Pobres los que hacen caso de ese señor. A veces parece que quiera que le sigan sólo los borregos. Vocación de pastor tiene este personaje.

Si no te interesan la política ni la historia, puedes masticar esa mierda de “malos contra malos” y “el comunismo es igual que el fascismo”, le ahorrarás trabajo a tu cerebro. Otros preferimos analizar el mundo para así poder mejorarlo.