cabecero4

cabecero4

sábado, 27 de junio de 2015

Racismo y Posmodernismo



Aunque pueda sonar extraño, todo aquel que defienda aspectos originarios de la cultura occidental tales como los derechos universales o la superioridad de la ciencia frente a la hechicería, puede ser acusado de racista. ¿Cómo y por qué?

Se abusa mucho del término “racista”. El racismo es la creencia de que hay grupos humanos que, por razones biológicas, tienden a comportarse de manera diferenciada. Esas diferencias de comportamiento harían que ciertos grupos fueran superiores a otros. En ese sentido, no siempre la xenofobia (odio a los inmigrantes) es racista. Es triste, pero Le Pen tiene razón cuando dice que no es racista. Ella no ha manifestado que haya razas inferiores, lo que dice es que no quiere más inmigración en su país. Personalmente, yo he conocido a un xenófobo que sentía respeto por una persona de raza negra porque había nacido en España, hablaba perfectamente el idioma, etc. En cambio, le decía “vete a tu país” a una dominicana que acababa de llegar a España.

En la antigua Grecia eran xenófobos, y llamaban bárbaros a quienes no compartían su cultura. Sin embargo, si alguien que no fuera originario de Grecia era criado en la civilización Griega, no tenían ningún tipo de problema. En la antigua Roma hubo esclavos blancos y amos negros, y en ese sentido no había tal racismo. No se pensaba que las personas de otras razas tuvieran problema biológico alguno como para adaptarse a la civilización y ser ciudadanos normales.

El racismo surge en el siglo XIX, momento en el cual la idea ilustrada del igualitarismo (todos debemos nacer en igualdad de derechos) chocan con el hecho de que seguía habiendo esclavitud en países desarrollados, en los que los esclavos eran mayoritariamente negros. Esta contradicción se resolvió dejando de considerar personas a los esclavos. Se los consideraba infrahumanos, y se pensó que heredaban rasgos biológicos que les impedían adaptarse a la civilización como personas normales. De este modo justificaban el carácter hereditario de dicha esclavitud.

Así surgió la idea de que había diferencias biológicas irremediables entre grupos humanos. Se negaba la capacidad de ciertos grupos a adaptarse a otras culturas. Se pensaba, por ejemplo, que un niño negro educado en Londres y criado por padres blancos se comportaría como un aldeano africano. El racismo es esencialista en el sentido de que afirma que cada persona nace con una “esencia” inmutable, propia de su grupo humano.

Sin embargo, desde el punto de vista de la biología, las razas no existen en la especie humana. No hay diferencias genéticas claras entre los diferentes grupos humanos. No existe manera de delimitar unas y otras razas, independientemente del rasgo que quiera utilizarse, que en cualquier caso sería arbitrario. Si empleamos por ejemplo el color de la piel, ¿con qué grado de “negrura” dividimos a blancos y a negros? Desde el punto de vista del genoma (total de genes de un individuo) no hay diferencias significativas entre las denominadas “razas”. Esto significa, por poner otro ejemplo, que una persona con rasgos claramente asiáticos puede tener un genoma más parecido al de alguien de origen europeo que al de otra persona que tenga sus mismos rasgos asiáticos.  

Tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU redactó un texto diciendo que las razas no existen, y que es preferible utilizar términos como “etnia” para diferenciar a los grupos humanos, recalcando así que existen diferencias culturales, no biológicas. La ONU encargó a Levi-Strauss, antropólogo posmoderno, hacer un texto complementario. En ese texto, Strauss no sólo decía que había que negar la existencia de razas superiores, sino que había que negar la existencia de culturas superiores. En ese sentido, defender que la medicina moderna basada en la ciencia es mejor que los curanderos del amazonas es, según los posmodernos, un acto de racismo. Por confundir diferencias raciales con diferencias culturales, el posmodernismo acusa al pensamiento ilustrado de racista, cuando es precisamente al revés: la ilustración sí que considera que hay sociedades mejores que otras, pero, basándose en la biología, no niega a nadie su capacidad de adaptarse a otras culturas.

De hecho, no es posible oponerse al racismo sin defender la desigualdad de las culturas. Si afirmamos que todas las culturas son válidas y ninguna es superior, la cultura nazi también lo es, con lo que estaríamos tolerando el racismo. Si creemos mínimamente en la idea de progreso es porque admitimos que las culturas pueden mejorar, que pueden pasar de una fase inferior a otra superior. Creer que todas las culturas son igual de válidas no sólo implica tolerar costumbres sexistas o racistas, implica la negación de la idea de progreso.

Los posmodernos han venido fomentando las llamadas políticas de identidad, que consisten en reivindicaciones sociales que se hacen en base a una identidad étnica. Del mismo modo que los marxistas insistimos en que hace falta una identidad de clase para hacer reivindicaciones de clase tales como aumentos salariales o mejores condiciones de trabajo, los posmodernos insisten en la identidad étnica para hacer reivindicaciones de tipo cultural, como por ejemplo defender que las niñas musulmanas puedan usar el velo en los colegios públicos.

Para los posmodernos el enemigo a batir no es el capitalismo, sino el “dominio cultural” de la sociedad occidental. En este sentido, los posmodernos son igual de esencialistas que los racistas, pues se centran en la “esencia” que tiene una persona por pertenecer a un grupo humano. En vez de buscar la unidad de la especie humana, lo que valoran son las diferencias entre los seres humanos.

A mediados del siglo pasado surgió un movimiento cultural denominado “négritude”, que buscaba enaltecer la cultura negra frente a la opresión de la cultura occidental. Sus promotores defendían que existe una unidad cultural entre todos los negros y negras del mundo, independientemente de su origen geográfico. Generando una correspondencia entre raza y cultura, la “négritude” peca de racista. 

Senghor, uno de sus principales impulsores, exaltó el misticismo del hombre negro, animando a los negros a reivindicar y abrazar ese misticismo, en oposición a la racionalidad de occidente. De este modo, daba continuidad a la idea colonialista de que los negros son por naturaleza irracionales.

Senghor, utilizando gafas y traje occidentales
El músico de Jazz Henry Crowder sufrió ese racismo en sus propias carnes. Era negro, y su amante, una aristócrata inglesa, le decía que tenía que ser menos americano y más africano. Él decía que era americano y no africano, pero ella afirmaba que componer Jazz era rendirse ante el dominio de la cultura blanca. 

Forzar a alguien, por rasgos biológicos, a comportarse según cierta cultura, es en lo que consiste precisamente el racismo. Aunque sea haga con buenas intenciones, tratar de manera distinta a las personas por el color de su piel también es una actitud racista.










Fuentes: "El posmodernismo, ¡vaya timo" (Gabriel Andrade)






No hay comentarios:

Publicar un comentario