Desde hace siglos, los judíos han sido objeto de todo tipo de
acusaciones, lo cual ha conducido a la violencia contra sus comunidades.
Expulsiones, saqueos, robos, asesinatos… En castellano tenemos la palabra
“pogromo”, que designa estas masacres antijudías. De las pocas palabras que
tenemos en nuestra lengua que provienen del ruso: “pogrom” significa
“devastación” en esta lengua eslava.
¿En qué han consistido esas acusaciones a lo largo de la
historia?
Pues los primeros ataques vinieron de las comunidades
cristianas, sobre todo durante el medievo. Se decía que los judíos eran un
pueblo “deicida” por haber matado a Dios. Recordemos que los judíos fueron, según
los evangelios, quienes entregaron a Jesús a las autoridades romanas, las cuales lo
acabaron crucificando.
Es chocante esta acusación, puesto que la muerte y la supuesta resurrección
de Jesucristo fue un milagro que atrajo a muchas personas hacia la fe, y la pretendida demostración de que era el hijo de Dios. Por no hablar de que la propia
teología cristiana nos habla del significado de esa muerte, de ese sacrificio
que salvó a la humanidad.
Otras acusaciones de tinte religioso fueron la de hacer
pactos con el Diablo, afirmar que los judíos hacían rituales como profanar hostias
consagradas, o usar la sangre de niños cristianos para celebrar la pascua judía
(Pésaj). El segundo caso, por ejemplo, fue causante de episodios de violencia contra los judíos de Segovia,
tras los cuales la Sinagoga Mayor pasó a ser la Iglesia del Corpus Christi en el
año 1410 e.c.
Otras acusaciones sin tanto carácter religioso fue la de
envenenar los pozos y fuentes, hecho que algunos quisieron relacionar con el
origen de la Peste Negra. O una de carácter más político que religioso: ayudar a
musulmanes y normandos a invadir los reinos cristianos.
Una razón muy conocida por la que muchos desconfiaban de los judíos en la época medieval era la de que se dedicaban a la usura, por ser una actividad proscrita para los cristianos pero no para los judíos (salvo que éstos la practicaran con otros judíos, eso sí estaba prohibido por la Halajá o ley judía). Los prestamistas eran una figura oscura, pues se te podían requisar tus bienes si no devolvías el préstamo.
Llegado este punto, cabe señalar la diferencia entre las
críticas religiosas y las económicas. El odio por razón de fe sería el “antijudaísmo
religioso”, siendo “antijudaísmo económico” el debido a lo indicado en el párrafo
anterior sobre la usura.
Hoy en día, y gracias al materialismo histórico de Marx, sabemos que lo material, lo económico, suele dominar
sobre aspectos ideológicos, políticos o religiosos. O esto al menos nos muestra
el análisis de la historia y de sus mecanismos internos. Pues bien, la violencia sobre los
judíos puede explicarse de la siguiente manera:
Cuando las deudas acumuladas con los judíos por la familia real y los nobles de un reino llegaban hasta un umbral crítico, esta aristocracia veía peligrar sus bienes y sus tierras, y decidía que la manera más sencilla de cancelar su deuda era eliminar o expulsar a toda la comunidad judía de dicho reino, quedándose de paso con todos sus bienes, que no eran escasos. ¿Cómo justificar la violencia contra los judíos y su expulsión? Pues con las acusaciones de índole religiosa que he ido enumerando. Es decir, el antijudaísmo religioso se convierte en instrumento del antijudaísmo económico.
Este sería un breve resumen de la cuestión si hablamos de la Edad
Media, pero la Edad Contemporánea viene con novedades: el surgimiento de las democracias
burguesas, el nacionalismo, las teorías raciales… Pasaré a exponer la “cuestión
judía” contemporánea y el antisemitismo en el próximo artículo.