Aunque pueda sonar extraño, todo
aquel que defienda aspectos originarios de la cultura occidental tales como los
derechos universales o la superioridad de la ciencia frente a la hechicería,
puede ser acusado de racista. ¿Cómo y por qué?
Se abusa mucho del término
“racista”. El racismo es la creencia de que hay grupos humanos que, por razones
biológicas, tienden a comportarse de manera diferenciada. Esas diferencias de
comportamiento harían que ciertos grupos fueran superiores a otros. En ese
sentido, no siempre la xenofobia (odio a los inmigrantes) es racista. Es
triste, pero Le Pen tiene razón cuando dice que no es racista. Ella no ha
manifestado que haya razas inferiores, lo que dice es que no quiere más
inmigración en su país. Personalmente, yo he conocido a un xenófobo que sentía
respeto por una persona de raza negra porque había nacido en España, hablaba
perfectamente el idioma, etc. En cambio, le decía “vete a tu país” a una
dominicana que acababa de llegar a España.
En la antigua Grecia eran
xenófobos, y llamaban bárbaros a quienes no compartían su cultura. Sin embargo,
si alguien que no fuera originario de Grecia era criado en la civilización
Griega, no tenían ningún tipo de problema. En la antigua Roma hubo esclavos
blancos y amos negros, y en ese sentido no había tal racismo. No se pensaba que
las personas de otras razas tuvieran problema biológico alguno como para
adaptarse a la civilización y ser ciudadanos normales.
El racismo surge en el siglo XIX,
momento en el cual la idea ilustrada del igualitarismo (todos debemos nacer en
igualdad de derechos) chocan con el hecho de que seguía habiendo esclavitud en
países desarrollados, en los que los esclavos eran mayoritariamente negros.
Esta contradicción se resolvió dejando de considerar personas a los esclavos.
Se los consideraba infrahumanos, y se pensó que heredaban rasgos biológicos que
les impedían adaptarse a la civilización como personas normales. De este modo
justificaban el carácter hereditario de dicha esclavitud.
Así surgió la idea de que había
diferencias biológicas irremediables entre grupos humanos. Se negaba la
capacidad de ciertos grupos a adaptarse a otras culturas. Se pensaba, por
ejemplo, que un niño negro educado en Londres y criado por padres blancos se
comportaría como un aldeano africano. El racismo es esencialista en el sentido
de que afirma que cada persona nace con una “esencia” inmutable, propia de su
grupo humano.
Sin embargo, desde el punto de
vista de la biología, las razas no existen en la especie humana. No hay diferencias
genéticas claras entre los diferentes grupos humanos. No existe manera de
delimitar unas y otras razas, independientemente del rasgo que quiera
utilizarse, que en cualquier caso sería arbitrario. Si empleamos por ejemplo el
color de la piel, ¿con qué grado de “negrura” dividimos a blancos y a negros?
Desde el punto de vista del genoma (total de genes de un individuo) no hay
diferencias significativas entre las denominadas “razas”. Esto significa, por
poner otro ejemplo, que una persona con rasgos claramente asiáticos puede tener
un genoma más parecido al de alguien de origen europeo que al de otra persona
que tenga sus mismos rasgos asiáticos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la
ONU redactó un texto diciendo que las razas no existen, y que es preferible
utilizar términos como “etnia” para diferenciar a los grupos humanos,
recalcando así que existen diferencias culturales, no biológicas. La ONU
encargó a Levi-Strauss, antropólogo posmoderno, hacer un texto complementario.
En ese texto, Strauss no sólo decía que había que negar la existencia de razas
superiores, sino que había que negar la existencia de culturas superiores. En
ese sentido, defender que la medicina moderna basada en la ciencia es mejor que
los curanderos del amazonas es, según los posmodernos, un acto de racismo. Por
confundir diferencias raciales con diferencias culturales, el posmodernismo
acusa al pensamiento ilustrado de racista, cuando es precisamente al revés: la
ilustración sí que considera que hay sociedades mejores que otras, pero,
basándose en la biología, no niega a nadie su capacidad de adaptarse a otras
culturas.
De hecho, no es posible oponerse
al racismo sin defender la desigualdad de las culturas. Si afirmamos que todas
las culturas son válidas y ninguna es superior, la cultura nazi también lo es,
con lo que estaríamos tolerando el racismo. Si creemos mínimamente en la idea
de progreso es porque admitimos que las culturas pueden mejorar, que pueden
pasar de una fase inferior a otra superior. Creer que todas las culturas son
igual de válidas no sólo implica tolerar costumbres sexistas o racistas,
implica la negación de la idea de progreso.
Los posmodernos han venido
fomentando las llamadas políticas de identidad, que consisten en
reivindicaciones sociales que se hacen en base a una identidad étnica. Del
mismo modo que los marxistas insistimos en que hace falta una identidad de
clase para hacer reivindicaciones de clase tales como aumentos salariales o
mejores condiciones de trabajo, los posmodernos insisten en la identidad étnica
para hacer reivindicaciones de tipo cultural, como por ejemplo defender que las
niñas musulmanas puedan usar el velo en los colegios públicos.
Para los posmodernos el enemigo a
batir no es el capitalismo, sino el “dominio cultural” de la sociedad
occidental. En este sentido, los posmodernos son igual de esencialistas que los
racistas, pues se centran en la “esencia” que tiene una persona por pertenecer
a un grupo humano. En vez de buscar la unidad de la especie humana, lo que
valoran son las diferencias entre los seres humanos.
A mediados del siglo pasado
surgió un movimiento cultural denominado “négritude”, que buscaba enaltecer la
cultura negra frente a la opresión de la cultura occidental. Sus promotores
defendían que existe una unidad cultural entre todos los negros y negras del
mundo, independientemente de su origen geográfico. Generando una
correspondencia entre raza y cultura, la “négritude” peca de racista.
Senghor, uno de sus principales impulsores,
exaltó el misticismo del hombre negro, animando a los negros a reivindicar y
abrazar ese misticismo, en oposición a la racionalidad de occidente. De este
modo, daba continuidad a la idea colonialista de que los negros son por
naturaleza irracionales.
Senghor, utilizando gafas y traje occidentales |
El músico de Jazz Henry Crowder
sufrió ese racismo en sus propias carnes. Era negro, y su amante, una
aristócrata inglesa, le decía que tenía que ser menos americano y más africano.
Él decía que era americano y no africano, pero ella afirmaba que componer Jazz
era rendirse ante el dominio de la cultura blanca.
Forzar a alguien, por rasgos
biológicos, a comportarse según cierta cultura, es en lo que consiste
precisamente el racismo. Aunque sea haga con buenas intenciones, tratar de
manera distinta a las personas por el color de su piel también es una actitud
racista.
Fuentes: "El posmodernismo, ¡vaya timo" (Gabriel Andrade)
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