De todo lo que he leído sobre la
Guerra Civil Española, lo que más me ha llamado la atención hasta ahora es la
rendición de Menorca, sobre todo por la importancia que la geopolítica tuvo
durante este episodio de la guerra.
Como este artículo va a tratar
sobre geopolítica, tengo que empezar hablando de la situación internacional
durante los años que duró la guerra. Como es bien sabido, una de las causas que
provocó la derrota de la República fue el hecho de que su gobierno no contó con
el apoyo de otros países europeos, mientras que Franco contó con el apoyo de
sus homólogos fascistas en Alemania e Italia, Hitler y Mussolini.
¿Por qué países democráticos como
Reino Unido y Francia no apoyaron a la República frente a los fascistas?
Desde que en 1937 Chamberlain se
convirtió en primer ministro del Reino Unido, quiso evitar a toda costa otra
guerra mundial, y su política exterior consistió en ceder ante la política
expansionista de Hitler, para no hacerle enfadar demasiado. Dicha política
exterior, conocida como “appeasement” (apaciguamiento) permitió que Hitler
violara el Tratado de Versalles, remilitarizando la región de Renania,
anexionándose Austria y los Sudetes, y otras acciones provocadoras. Reino Unido
presionó a Francia para que tomase esa misma postura. Ambos países tenían la
esperanza de que Hitler se lanzara únicamente contra la Unión Soviética, predicción
que resultó errónea.
Cuando Hitler y Mussolini
apoyaron a los sublevados españoles, ni Reino Unido ni Francia abandonaron su
política de apaciguamiento. Pensaban que si se posicionaban a favor de los
republicanos, se desataría irreversiblemente la guerra mundial. Esta política
de no intervención duró todo el conflicto. Sólo la Unión Soviética y México
ayudaron a la República.
Sin embargo, veremos que durante
el episodio de Menorca, única isla que no se pasó al bando sublevado, esta
política de no intervención estuvo en juego.
En primer lugar, Menorca tenía un
interés estratégico especial para los franceses, ya que se encontraba en su
ruta marítima Marsella-Argel. Ellos sabían que los italianos querían reducir la
presencia francesa en el Mediterráneo, y no querían que la isla callera en
manos de Mussolini.
Parte de la política exterior de
Chamberlain incluía un acercamiento a Italia, con el objetivo de alejarla de la
órbita de Alemania. Ambos países establecieron relaciones bilaterales, respetando
sus respectivas fronteras coloniales, etc. Acordaron que, una vez que Franco
ganara la guerra, las tropas italianas que hubieran combatiendo en la misma tendrían
que abandonar territorio español.
Franco estaba a punto de ganar la
guerra, le quedaban pocos territorios republicanos por ocupar (ya había
conquistado Barcelona, y el gobierno republicano tuvo que trasladarse a
Figueras), pero sabía que si los italianos ocupaban Menorca, los franceses no
iban a quedarse de brazos cruzados, sino que intervendrían militarmente. Eso
haría estallar el tratado de no intervención, con lo que Francia y Reino Unido
lucharían junto a la República. Franco sabía que podría perder la guerra si los
republicanos contaran con el apoyo de Francia y Reino Unido.
Para evitar eso, Franco comenzó a
manifestar por todas las embajadas que, en caso de conflicto mundial, España se
mantendría neutral, y que tras la finalización de la Guerra Civil, no admitiría
tropas extranjeras entre sus fronteras. Era una clara alusión a la codiciada
por los italianos isla de Menorca, y un mensaje subliminal para calmar a los
franceses.
Menorca era la única isla balear
que había permanecido fiel a la República, y contaba con un importante contingente
militar. Tenía seis batallones de infantería repartidos entre Ciudadela y
Mahón, además de material antiaéreo y baterías de costa. Sin embargo, no tenía
ni barcos ni aviones.
El objetivo prioritario de Franco
se convirtió en ocupar la isla para evitar que los italianos se la quedaran y
provocaran la reacción de Francia. Para ello, se buscó la inmediata rendición
de Menorca, lanzando con aviones proclamas sobre la isla con este texto
amenazador:
“Las tropas del Generalísimo, después de haber entrado vigorosamente en
Barcelona, se aprestan a liberar toda la Cataluña de los últimos focos del
dominio rojo.
Es completamente inútil oponerse a la marcha triunfal de nuestras
armas. Las horas del gobierno marxista de Figueras están contadas.
Mientras en las ciudades ocupadas por Franco se normaliza la vida, se
da de comer a los hambrientos, se curan las heridas y enfermos, se aplica la
más sana y verdadera justicia social, los criminales dirigentes se fugan
robando y saqueando la riqueza del pueblo español.
El caudillo, que no desea más derramamiento de sangre, os demuestra una
vez más su generosidad aconsejándoos, antes de actuar resueltamente sobre
vosotros, a no prolongar más una resistencia completamente inútil, evitando la
destrucción de vuestros pueblos hasta hoy deliberadamente respetados.
Tenéis cinco días de tiempo para decidir vuestra rendición. Si os
rendís, todos aquellos que no hayan cometido crímenes no serán molestados, sino
al contrario, acogidos en la gran familia de la Nueva España; podréis vivir y
trabajar tranquilamente.
Si no os rendís, seremos inexorables; al finalizar el quinto día
decenas y decenas de aparatos volarán continuamente sobre la isla demoliendo y
destruyendo todo.
Perderéis vuestra casa, vuestros bienes, vuestra vida y la de vuestros
familiares. Vuestros dirigentes serán responsables una vez más de los miles de
víctimas inevitables.
Ciudadanos de Menorca, los enemigos de Franco son los enemigos de la
España Una, Grande, y Libre.
Con nosotros, ¡Arriba España!”
Las autoridades militares de la
isla no hicieron caso de las octavillas, incluso las quemaron en público.
A los tres días, Sartorius,
enviado de Franco, desembarcó en el puerto de Mahón. Ubieta, gobernador de la
isla, acudió para hablar con él. Sartorius le pidió la rendición, pero Ubieta
se negaba, alegando que había dado su palabra de honor de defender la
República. Acordaron volver a encontrarse a la mañana siguiente. Por la tarde
del mismo día Ubieta comunicó dicha conversación a los representantes del
Frente Popular, que lo apoyaron.
Antes de que se volvieran a
reunir, fuerzas militares que querían la rendición se sublevaron en Ciudadela,
izando banderas rojigualdas en las casas consistoriales. A este levantamiento
le siguieron levantamientos en Ferrerías y en San Cristóbal. Se dio orden de
reducir a los sublevados, pero algunos se negaron a acatarlas, y los que obedecieron
no tuvieron fuerza suficiente para sofocar las sublevaciones. Los sublevados
llevaban meses conspirando, pero esperaron a que las condiciones fueran las
adecuadas para iniciar el levantamiento.
Los levantamientos provocaron que
durante la segunda reunión Ubieta manifestase es deseo de rendirse, entregando
su pistola. Lo hizo a cambio de que se dejase abandonar la isla a los
principales responsables políticos y militares, acompañados de sus familiares.
Sartorius nombró a un nuevo
gobernador de la isla para que liberase a los presos, tomara la radio e izase
la bandera nacional, dándole además instrucciones para que recibiera a las
fuerzas de ocupación, que vendrían en varios barcos desde Mallorca.
A mediodía de ese mismo día,
volaron aviones sobre la isla, soltando bombas sobre La Mola. Eran italianos. Intentaron
sabotear las negociaciones de paz, pero no lo consiguieron, la rendición ya
estaba declarada. Los nacionales comunicaron enseguida a Francia y a Reino
Unido que esos aviones actuaban por su cuenta, desobedeciendo las órdenes dadas
por el mando nacional. Los sublevados recibieron el apoyo de las fuerzas de
ocupación que desembarcaron, que dominaron por completo la isla.
Franco había conseguido apaciguar
a Francia, evitando su intervención. El bando republicano continuó resistiendo
en solitario, y no tardó en caer. La guerra finalizó con la conquista total del
territorio español por parte de las tropas franquistas. Franco no quería
negociaciones ni acuerdos de rendición, quería la victoria militar total. Y la
consiguió.
Referencias:
- "La Agonía de La República" (Francisco Alía Miranda)
Referencias:
- "La Agonía de La República" (Francisco Alía Miranda)
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