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lunes, 2 de diciembre de 2024

El sionismo I: ¿Qué es el sionismo?

 

El término “sionismo” se utiliza mucho pero es difícil dar con una definición precisa y que a la vez satisfaga a todo el mundo, sobre todo debido a la marcada polarización existente. Ni siquiera está del todo claro qué clase de cosa es el sionismo. La pregunta “¿qué clase de cosa es esto?” es clave para empezar a definir algo. Para definir el león hay que empezar diciendo que es un tipo de animal, para definir un destornillador hay que empezar diciendo que se trata de una herramienta, etc.

Pues bien, ¿Qué es el sionismo? ¿Una ideología? ¿Un mero nacionalismo judeo-israelí? ¿Un proyecto político? ¿Una vertiente extremista del judaísmo? ¿Una forma de racismo? ¿Una política exterior concreta de Israel?

La etimología puede ser un comienzo aunque no siempre sea algo suficiente. El sionismo toma su nombre de Sion, una colina de Jerusalén donde se ubicaba una fortaleza jebusea que fue conquistada por el Rey David. Esta colina se considera el corazón de Jerusalén y de Israel por motivos bíblicos e históricos que resultaría engorroso detallar en este texto.

El sionismo, en su origen, sería el movimiento político basado en el anhelo de muchos judíos por retornar a la tierra de sus antepasados, la Tierra de Israel (Eretz Israel).

Ese anhelo no lo han tenido siempre los judíos por mucho que así lo sugiera el Himno de Israel, ni mucho menos ha sido una aspiración de todos los judíos. Es cierto que muchos sí, tal y como muestran los poemas de Yehuda Halevi, judío hispano de los siglo XI y XII. Algunos emigraban a Palestina, aunque fuese simplemente para morir allí. Pero no era una idea generalizada entre los judíos, de hecho su religión dicta que deben retornar a la Tierra de Israel sólo tras el advenimiento del Mesías, lo que iniciaría una edad de oro para los judíos y para toda la humanidad. Los muertos resucitarían y se instauraría la paz mundial. Incluso los animales dejarían de comerse unos a otros... Cuestiones apocalípticas aparte, vale la pena remarcar que el sionismo no es una ideología religiosa por mucho que surja de la comunidad judía. No es una prolongación del judaísmo, ni una forma extrema del mismo. Insisto en ello: su credo dicta que hay que esperar a la llegada del Mesías para el retorno del pueblo judío a Eretz Israel. De hecho la gran mayoría de rabinos se opusieron al sionismo desde el principio e incluso quisieron boicotear la celebración del primer congreso sionista (1897).

Volviendo a la cuestión sobre “qué clase de cosa” es el sionismo, podemos concretar más y añadir que se trata de un proyecto nacionalista con una serie de peculiaridades importantes.

El contexto ya lo desarrollé en mi último artículo. Surgen los estados nación modernos, los judíos pasan a ser ciudadanos de pleno derecho… Pero surge el antisemitismo como rechazo a la integración de las comunidades judías, un rechazo etnicista y racista. La población judía sufre ataques y matanzas (los llamados pogromos) y se genera un clima de terror y de alarma, sobre todo en las comunidades del Imperio Ruso y de Europa Central y Oriental.

Ese terror, esa urgencia, esa amenaza existencial es lo que hace que el anhelo se transforme en necesidad. Muchos judíos empiezan a organizarse para emigrar a Palestina y comprar tierras allí, aunque la mayoría emigran a otros lugares, siendo EEUU el destino más popular.

Como proyecto nacionalista, se trata de un proyecto en pleno sentido. No es un nacionalismo como el italiano o el alemán, que crearon naciones nuevas durante la segunda mitad del siglo XIX a partir de una base histórica, lingüística y territorial bien cimentadas. Los sionistas no tenían soberanía sobre un territorio, ni una lengua común, ni una identidad unificadora más allá de una religión, una cultura y, ahora sí, un anhelo común de escapar de las persecuciones, el odio y la discriminación. Fue más “aparatoso” para ellos fundar su nación. Era un proyecto económico, ya que se compraron tierras, se instalaron grupos de inmigrantes que pudieran prosperar; pero también era un proyecto diplomático, puesto que se movieron hilos a nivel político para que se les concediera un “Estado Judío”, bien en Palestina o en donde fuera posible. Hubo contactos y reuniones con autoridades del Imperio Británico o del Otomano para conseguirlo. Por eso digo que es un proyecto propiamente dicho, en el sentido más empresarial que puede tener un movimiento nacionalista.

Este proyecto tiene otra característica peculiar: es una colonización sin metrópoli definida. Cualquiera puede imaginarse a británicos saliendo de su isla para conquistar territorios en África o en Asia, extendiendo su poder político, económico y militar. Pero la colonización judía de Palestina, tanto antes como después de la fundación del Estado de Israel en 1948, no es tan visible como proceso colonizador. No hay una potencia o imperio colonizador como tal, ni extracción de recursos, sólo grupos que van llegando porque huyen de un antisemitismo que surge en el siglo XIX y culmina con el Holocausto. ¿Cómo unos judíos desvalidos y perseguidos van a ser vistos como colonizadores?

En cuanto a las peculiaridades del sionismo en tanto nacionalismo, se trata de un nacionalismo claramente etnicista, de inspiración romántico-germánica. Pues recordemos que hay nacionalismos cívicos y nacionalismos étnicos. Los primeros son el francés o el estadounidense: es miembro de la nación quien tenga la ciudadanía y adquiera con ello derechos y deberes. Los nacionalismos étnicos son más propios de Europa Central y Oriental, y son producto del romanticismo alemán. El tema es muy interesante, rico en detalles y ya lo sobrevolé en el artículo anterior, pero resumamos diciendo que en un nacionalismo étnico se considera miembro de la nación a aquella persona que tenga “sangre nacional” y que tenga la cultura nacional. Es decir, que tenga un mínimo de antepasados autóctonos y que además haga uso de la lengua y costumbres nacionales.

Este nacionalismo fue el que excluyó a los judíos de las naciones europeas, el que quiso extirparlos del cuerpo nacional. Pero también fue este estilo de nacionalismo el que impregnó las mentes de los primeros sionistas, que eran judíos centroeuropeos, los llamados askenazíes. Eso mamaron, eso parieron. El sionismo consideraba nacionales sólo a los judíos, aunque fuesen judíos laicos cuya “judeidad” fuese cultural y/o biológica en vez de puramente religiosa. Pues ocurre que el propio judaísmo contiene consideraciones biológicas o de sangre. Mientras que muchos rabinos permiten el ingreso de todo tipo de personas mientras sigan los ritos y los preceptos judíos (la halajá), otros son más exigentes y exigen que tus antepasados o que al menos tu madre sea judía. Muchos de ellos se basan en el libro de Esdras, que fue un sacerdote del siglo IV a.e.c. que exigía que los judíos no se mezclaran con otros pueblos, llegando incluso a disolver los matrimonios entre judíos y gentiles (goyim), queriendo aislar reproductivamente/biológicamente a la comunidad.

Es irónico, ya que los sionistas abrazan el nacionalismo étnico, el mismo que los excluyó. Hitler y otros nacionalistas europeos que lo precedieron hablaban de la sangre judía, de la raza judía. Pues muchos judíos sionistas, en vez de querer contrarrestar esta idea tan peligrosa y nociva, lo que hicieron fue asumirla y decir: “sí, efectivamente. Somos una raza diferente. No podemos ni debemos integrarnos en los pueblos de Europa. Debemos separarnos y fundar nuestra propia nación étnica.” Esto sobresaltó a muchos judíos que querían integrarse en Francia, Alemania… “¿Cómo que debemos irnos y fundar otra nación? ¡Somos franceses, somos alemanes, debemos integrarnos aunque conservemos nuestra religión! ¡No le demos la razón a los antisemitas!”.

La segunda posición, la propia de los judíos reformistas, suena bien pero era más o menos sencilla en Francia o Gran Bretaña, no tan sencilla en Alemania e inviable en el Imperio Ruso: los judíos rusos debieron esperar hasta el triunfo de la Revolución Rusa (1917) para poder ser aceptados como ciudadanos. Es una fecha bastante posterior a los debates fundacionales del sionismo.

No obstante, definir al sionismo simplemente como un cierto tipo de nacionalismo sui generis puede resultar poco satisfactorio, limitado. ¿Acaso los estados y gobiernos francés, chino o indonesio no son también nacionalistas en cierto sentido? Si toda nación tiene su nacionalismo propio, ¿qué le podemos reprochar a los sionistas? He aquí un problema.

Y el problema se debe a las peculiaridades ya no sólo ideológicas, sino históricas del sionismo. El Estado de Israel se fundó a través de la colonización y de la expulsión de pobladores autóctonos en una época muy tardía (el país nace como tal en 1948) y de manera especialmente agresiva para su época.

Conviene recordar que la génesis de las naciones es un proceso violento. España surge de la Reconquista, EEUU de la expulsión de los indios americanos, otros muchos países nacen de guerras de independencia, de unificaciones violentas de territorios y reinos otrora separados, China surge de guerras civiles una tras otra…

Israel surge de una colonización pura y dura en una época en la que lo que estaba empezando a ocurrir a nivel mundial era justo lo contrario, la descolonización. Es sobre todo por esta razón que haya tanta oposición al sionismo, se trata de un nacionalismo muy violento en una época en la que no estamos habituados a ello, y en la que, por cierto, ya es ilegal quedarte territorio ajeno a través de la guerra.

Para continuar y poder superar las limitaciones de este breve análisis es esencial profundizar en el desarrollo histórico del sionismo, de lo contrario no hay comprensión posible. En el próximo artículo hablaré del protosionismo y de los intelectuales previos al surgimiento del sionismo político moderno.

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