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lunes, 2 de diciembre de 2024

El sionismo I: ¿Qué es el sionismo?

 

El término “sionismo” se utiliza mucho pero es difícil dar con una definición precisa y que a la vez satisfaga a todo el mundo, sobre todo debido a la marcada polarización existente. Ni siquiera está del todo claro qué clase de cosa es el sionismo. La pregunta “¿qué clase de cosa es esto?” es clave para empezar a definir algo. Para definir el león hay que empezar diciendo que es un tipo de animal, para definir un destornillador hay que empezar diciendo que se trata de una herramienta, etc.

Pues bien, ¿Qué es el sionismo? ¿Una ideología? ¿Un mero nacionalismo judeo-israelí? ¿Un proyecto político? ¿Una vertiente extremista del judaísmo? ¿Una forma de racismo? ¿Una política exterior concreta de Israel?

La etimología puede ser un comienzo aunque no siempre sea algo suficiente. El sionismo toma su nombre de Sion, una colina de Jerusalén donde se ubicaba una fortaleza jebusea que fue conquistada por el Rey David. Esta colina se considera el corazón de Jerusalén y de Israel por motivos bíblicos e históricos que resultaría engorroso detallar en este texto.

El sionismo, en su origen, sería el movimiento político basado en el anhelo de muchos judíos por retornar a la tierra de sus antepasados, la Tierra de Israel (Eretz Israel).

Ese anhelo no lo han tenido siempre los judíos por mucho que así lo sugiera el Himno de Israel, ni mucho menos ha sido una aspiración de todos los judíos. Es cierto que muchos sí, tal y como muestran los poemas de Yehuda Halevi, judío hispano de los siglo XI y XII. Algunos emigraban a Palestina, aunque fuese simplemente para morir allí. Pero no era una idea generalizada entre los judíos, de hecho su religión dicta que deben retornar a la Tierra de Israel sólo tras el advenimiento del Mesías, lo que iniciaría una edad de oro para los judíos y para toda la humanidad. Los muertos resucitarían y se instauraría la paz mundial. Incluso los animales dejarían de comerse unos a otros... Cuestiones apocalípticas aparte, vale la pena remarcar que el sionismo no es una ideología religiosa por mucho que surja de la comunidad judía. No es una prolongación del judaísmo, ni una forma extrema del mismo. Insisto en ello: su credo dicta que hay que esperar a la llegada del Mesías para el retorno del pueblo judío a Eretz Israel. De hecho la gran mayoría de rabinos se opusieron al sionismo desde el principio e incluso quisieron boicotear la celebración del primer congreso sionista (1897).

Volviendo a la cuestión sobre “qué clase de cosa” es el sionismo, podemos concretar más y añadir que se trata de un proyecto nacionalista con una serie de peculiaridades importantes.

El contexto ya lo desarrollé en mi último artículo. Surgen los estados nación modernos, los judíos pasan a ser ciudadanos de pleno derecho… Pero surge el antisemitismo como rechazo a la integración de las comunidades judías, un rechazo etnicista y racista. La población judía sufre ataques y matanzas (los llamados pogromos) y se genera un clima de terror y de alarma, sobre todo en las comunidades del Imperio Ruso y de Europa Central y Oriental.

Ese terror, esa urgencia, esa amenaza existencial es lo que hace que el anhelo se transforme en necesidad. Muchos judíos empiezan a organizarse para emigrar a Palestina y comprar tierras allí, aunque la mayoría emigran a otros lugares, siendo EEUU el destino más popular.

Como proyecto nacionalista, se trata de un proyecto en pleno sentido. No es un nacionalismo como el italiano o el alemán, que crearon naciones nuevas durante la segunda mitad del siglo XIX a partir de una base histórica, lingüística y territorial bien cimentadas. Los sionistas no tenían soberanía sobre un territorio, ni una lengua común, ni una identidad unificadora más allá de una religión, una cultura y, ahora sí, un anhelo común de escapar de las persecuciones, el odio y la discriminación. Fue más “aparatoso” para ellos fundar su nación. Era un proyecto económico, ya que se compraron tierras, se instalaron grupos de inmigrantes que pudieran prosperar; pero también era un proyecto diplomático, puesto que se movieron hilos a nivel político para que se les concediera un “Estado Judío”, bien en Palestina o en donde fuera posible. Hubo contactos y reuniones con autoridades del Imperio Británico o del Otomano para conseguirlo. Por eso digo que es un proyecto propiamente dicho, en el sentido más empresarial que puede tener un movimiento nacionalista.

Este proyecto tiene otra característica peculiar: es una colonización sin metrópoli definida. Cualquiera puede imaginarse a británicos saliendo de su isla para conquistar territorios en África o en Asia, extendiendo su poder político, económico y militar. Pero la colonización judía de Palestina, tanto antes como después de la fundación del Estado de Israel en 1948, no es tan visible como proceso colonizador. No hay una potencia o imperio colonizador como tal, ni extracción de recursos, sólo grupos que van llegando porque huyen de un antisemitismo que surge en el siglo XIX y culmina con el Holocausto. ¿Cómo unos judíos desvalidos y perseguidos van a ser vistos como colonizadores?

En cuanto a las peculiaridades del sionismo en tanto nacionalismo, se trata de un nacionalismo claramente etnicista, de inspiración romántico-germánica. Pues recordemos que hay nacionalismos cívicos y nacionalismos étnicos. Los primeros son el francés o el estadounidense: es miembro de la nación quien tenga la ciudadanía y adquiera con ello derechos y deberes. Los nacionalismos étnicos son más propios de Europa Central y Oriental, y son producto del romanticismo alemán. El tema es muy interesante, rico en detalles y ya lo sobrevolé en el artículo anterior, pero resumamos diciendo que en un nacionalismo étnico se considera miembro de la nación a aquella persona que tenga “sangre nacional” y que tenga la cultura nacional. Es decir, que tenga un mínimo de antepasados autóctonos y que además haga uso de la lengua y costumbres nacionales.

Este nacionalismo fue el que excluyó a los judíos de las naciones europeas, el que quiso extirparlos del cuerpo nacional. Pero también fue este estilo de nacionalismo el que impregnó las mentes de los primeros sionistas, que eran judíos centroeuropeos, los llamados askenazíes. Eso mamaron, eso parieron. El sionismo consideraba nacionales sólo a los judíos, aunque fuesen judíos laicos cuya “judeidad” fuese cultural y/o biológica en vez de puramente religiosa. Pues ocurre que el propio judaísmo contiene consideraciones biológicas o de sangre. Mientras que muchos rabinos permiten el ingreso de todo tipo de personas mientras sigan los ritos y los preceptos judíos (la halajá), otros son más exigentes y exigen que tus antepasados o que al menos tu madre sea judía. Muchos de ellos se basan en el libro de Esdras, que fue un sacerdote del siglo IV a.e.c. que exigía que los judíos no se mezclaran con otros pueblos, llegando incluso a disolver los matrimonios entre judíos y gentiles (goyim), queriendo aislar reproductivamente/biológicamente a la comunidad.

Es irónico, ya que los sionistas abrazan el nacionalismo étnico, el mismo que los excluyó. Hitler y otros nacionalistas europeos que lo precedieron hablaban de la sangre judía, de la raza judía. Pues muchos judíos sionistas, en vez de querer contrarrestar esta idea tan peligrosa y nociva, lo que hicieron fue asumirla y decir: “sí, efectivamente. Somos una raza diferente. No podemos ni debemos integrarnos en los pueblos de Europa. Debemos separarnos y fundar nuestra propia nación étnica.” Esto sobresaltó a muchos judíos que querían integrarse en Francia, Alemania… “¿Cómo que debemos irnos y fundar otra nación? ¡Somos franceses, somos alemanes, debemos integrarnos aunque conservemos nuestra religión! ¡No le demos la razón a los antisemitas!”.

La segunda posición, la propia de los judíos reformistas, suena bien pero era más o menos sencilla en Francia o Gran Bretaña, no tan sencilla en Alemania e inviable en el Imperio Ruso: los judíos rusos debieron esperar hasta el triunfo de la Revolución Rusa (1917) para poder ser aceptados como ciudadanos. Es una fecha bastante posterior a los debates fundacionales del sionismo.

No obstante, definir al sionismo simplemente como un cierto tipo de nacionalismo sui generis puede resultar poco satisfactorio, limitado. ¿Acaso los estados y gobiernos francés, chino o indonesio no son también nacionalistas en cierto sentido? Si toda nación tiene su nacionalismo propio, ¿qué le podemos reprochar a los sionistas? He aquí un problema.

Y el problema se debe a las peculiaridades ya no sólo ideológicas, sino históricas del sionismo. El Estado de Israel se fundó a través de la colonización y de la expulsión de pobladores autóctonos en una época muy tardía (el país nace como tal en 1948) y de manera especialmente agresiva para su época.

Conviene recordar que la génesis de las naciones es un proceso violento. España surge de la Reconquista, EEUU de la expulsión de los indios americanos, otros muchos países nacen de guerras de independencia, de unificaciones violentas de territorios y reinos otrora separados, China surge de guerras civiles una tras otra…

Israel surge de una colonización pura y dura en una época en la que lo que estaba empezando a ocurrir a nivel mundial era justo lo contrario, la descolonización. Es sobre todo por esta razón que haya tanta oposición al sionismo, se trata de un nacionalismo muy violento en una época en la que no estamos habituados a ello, y en la que, por cierto, ya es ilegal quedarte territorio ajeno a través de la guerra.

Para continuar y poder superar las limitaciones de este breve análisis es esencial profundizar en el desarrollo histórico del sionismo, de lo contrario no hay comprensión posible. En el próximo artículo hablaré del protosionismo y de los intelectuales previos al surgimiento del sionismo político moderno.

martes, 29 de octubre de 2024

Las acusaciones contra los judíos a lo largo de la historia (PARTE II: el antisemitismo moderno)

 

En la publicación del mes pasado hablé del antijudaísmo económico y del religioso, los dominantes durante el medievo, así como de las acusaciones que recaían en aquella época sobre los judíos y sus comunidades.

Ahora toca hablar del antisemitismo como tal, en sentido estricto. El término fue ideado en 1873 por el periodista alemán Wilhelm Marr, y tenía un sentido racial. El antisemitismo no es otra cosa que el odio o rechazo hacia la “raza judía”. Esto implica dos elementos: el primero es la idea de que los judíos son un grupo racial con unas características biológicas distintivas, y el segundo considerar a este grupo como biológicamente inferior y merecedor de rechazo, odio, discriminación o cosas peores.

El antisemitismo es esto y no otras cosas que se oyen. Es una falacia considerar antisemita a quien se oponga al sionismo, como algunos dicen. Oponerse al sionismo es un posicionamiento político que no tiene por qué tener implicaciones raciales o biológicas. De hecho, es raro que las tenga a día de hoy, tiempo en el que el concepto de raza está superado y abandonado desde el punto de vista científico, al menos a la hora de hablar de la especie humana. Eso no quita que en momentos como el actual, con Israel lanzando bombas a diestro y siniestro de manera inmisericorde, salgan algunos diciendo que los judíos son perversos, avaros, que dominan el mundo en la sombra, que si siempre se los ha odiado será por algo… Curiosamente estos comentarios racistas suelen venir de gente de izquierdas, no de gente de "ultraderecha".

Pero por el lado de los antisionistas también hay otra falacia: partir de la etimología de la palabra “antisemitismo” y decir que es el odio a los pueblos semíticos, es decir, tanto hacia los árabes como hacia el pueblo hebreo. Con ello acusan al Estado de Israel y a los israelíes de ser ellos los antisemitas, puesto que oprimen y asesinan a árabes siendo ellos mismos europeos (recordemos que buena parte de la población israelí es descendiente de inmigrantes europeos). Este argumento es de lo más torpe, queriendo dar la vuelta a la tortilla agarrándose al clavo ardiendo de la etimología. Es la llamada falacia etimológica. La utilizada, por ejemplo, por quienes se oponen al matrimonio gay diciendo que “matri” proviene de “madre”. El mismo absurdo, el mismo ridículo intelectual.

Clara la definición, y por dar continuidad al artículo del mes pasado sobre el antijudaísmo medieval, podemos pasar a tratar el modo en el que evolucionaron las acusaciones contra los judíos en la Edad Contemporánea.

Esta etapa histórica nace con la Revolución Francesa de 1789, tras la que van surgiendo las democracias liberales burguesas. Los nuevos estados-nación democráticos tienen como miembros de la comunidad a los ciudadanos, que no son ya súbditos del rey, sino votantes y por ende dueños del destino del país.

En los diferentes países europeos van conformándose cuerpos nacionales en los que se integra a los judíos (y otras minorías) como ciudadanos de pleno derecho. Hay una política de integración y asimilación, pero no todo es bonito para los judíos, la fusión de unos grupos étnicos con otros no es tan sencilla en la práctica como lo es sobre el papel. ¿Por qué? Pues es obvio que el odio a los judíos persistía como residuo vivo del medievo.

Cuanto más se integraron los judíos, más odio suscitaban en quienes los odiaban, ya que decían que se ocultaban, pensando que el engaño forma parte del carácter racial judío. La ocultación sería una prueba más de su carácter diabólico.

En buena parte de Europa se pensaba que los judíos conspiraban para dañar a las naciones desde dentro, y que avanzaban disfrazados para conseguir mejor sus intereses. Supuestamente sufrían de la envidia de no tener una nación propia y querían destruir a las demás.

Paradójicamente, también se rechazaba a los judíos que no querían integrarse ni salir de sus guetos, conservando su identidad y sus costumbres frente a la amenaza de “desaparición por integración-asimilación”.

Y, cuando a un antisemita se le muestran pruebas de que los judíos no conspiran, en vez de abandonar sus ideas, las consideran como más razones para sus convicciones. Consideran que esas pruebas son argucias de los judíos para ocultar sus maquinaciones y conspiraciones.

¿Y qué conspiraciones eran esas? Pues la más conocida era la de dominar el mundo a través de la política, la banca, la prensa… Recordemos que los judíos solían tener profesiones intelectuales: profesores, médicos, banqueros, periodistas… Se les acusaba de copar estos puestos para ejercer poder e influencia.

Un hito importante a la hora de forjar la idea de que los judíos desean la dominación mundial es la aparición de un texto llamado “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, en que se desvelan los planes judíos de dominar el mundo a través de la masonería y mediante la infiltración en el movimiento comunista. El documento era una farsa, fue inventado en 1900 por la policía zarista para justificar los pogromos que sufrían los judíos en el Imperio Ruso.




A esto se le suma que los nacionalismos más radicales y de inspiración romántica, tales como el alemán, admiraban la vida campestre y al campesinado como alma de la nación, y despreciaban las profesiones intelectuales, ejercidas precisamente por los judíos. Se los consideraba incluso biológicamente incapaces de vivir en el campo, ante las inclemencias de la naturaleza. Conviene recordar que el romanticismo idealiza el pasado, muchos jóvenes románticos de las ciudades sienten nostalgia por la vida en el campo, al aire libre, y grandes grupos van a los bosques y a la montaña, creándose una mitología agreste.

Los nacionalismos de cariz romántico eran etnicistas, lo cual significa que para ser miembro de la nación no bastaba con adquirir la ciudadanía, sino que había que tener “sangre nacional” y tener la cultura nacional. La conocida mística de la “sangre y el suelo” (imagen inferior, Blut and Boden) tiene que ver con eso.




Pues bien, los nacionalistas alemanes excluían a los judíos del cuerpo nacional. ¿Acaso no tenían lengua, religión, tradiciones y leyes propias? Pues bien, también se los excluyó desde el punto de vista biológico por ser supuestamente de otra raza, de otra sangre. Esta forma de nacionalismo incorpora las teorías raciales que fueron tomando cuerpo a lo largo del siglo XIX, teorías que darían para hablar en un texto aparte. Y claro, si eres de otra sangre, de otra raza, nunca serás un verdadero alemán por mucho que te integres y dejes de lado el judaísmo y la cultura judía. He ahí el punto esencial, la negación de la posibilidad de integración y el deseo de que el judío sea extirpado de la nación. Si los nazis consideraron que la "solución final" a la cuestión judía era el exterminio fue precisamente por considerar imposible la integración y asimilación.

¿Y de dónde sale la idea de que los judíos querían instrumentalizar el comunismo para dominar el mundo? Pues, aunque se trate de una idea fantasiosa, no sale de la nada. La clave no está, como muchos creen, en que muchos líderes revolucionarios fueran de origen judío, como Rosa Luxemburgo, Eduard Bernstein, Karl Liebknecht, Karl Radek, Grigori Zinoviev, Lev Trotsky o el propio Marx; sino en que se establecen asociaciones entre “lo judío” y el comunismo. La clave está más bien en el carácter internacional de la revolución: se da a la vez en países diferentes, con los mismos objetivos en todo el globo... Los judíos se esparcen por toda Europa, se dice que quieren dominar el mundo… La revolución parece tarea de judíos que quieren demoler las naciones y establecer su propio gobierno global. Se podría decir que la revolución sería el vehículo oculto para alcanzar el dominio mundial.

Hoy en día mucha gente da totalmente la vuelta a este argumento y asocia judaísmo y capitalismo, hablando de los Rothchild y de otras familias de origen judío que dominan las finanzas internacionales a su antojo e intereses, y usando el argumento de que un gran porcentaje de los “ultrarricos” son judíos.

Terminaré hablando de dos acusaciones más, especialmente remarcables poco antes del Holocausto, en la Alemania de entreguerras. La primera de ellas es nada menos que decir que los judíos causaron la derrota de Alemania durante la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué? Por ese deseo que supuestamente tienen de demoler las naciones desde dentro. Habrían podido dinamitar el desarrollo de la guerra al ocupar cargos relevantes dentro de la administración pública.

La siguiente acusación tiene que ver con el Crack del 29. Alemania acusaba una terrible crisis, con un paro extremo y grandes dificultades para subsistir. Pero daba una especial rabia que los judíos no sufriesen tanto, por tener trabajos más cualificados y por ayudarse entre ellos. Esto de que “se ayudan entre ellos” siempre ha despertado envidias, contra los judíos y contra toda minoría étnica dentro de un país, pues esas minorías tienden a formar redes de apoyo mutuo, lo cual desquicia al nacional que no forma parte de ellas.

Este artículo termina aquí y tendrá como continuación otro texto más sobre la cuestión del sionismo, una ideología que no se puede entender sin el fenómeno que la originó, que fueron el antisemitismo y las políticas antisemitas.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Las acusaciones contra los judíos a lo largo de la historia (PARTE I: el antijudaísmo religioso y el económico)

 

Desde hace siglos, los judíos han sido objeto de todo tipo de acusaciones, lo cual ha conducido a la violencia contra sus comunidades. Expulsiones, saqueos, robos, asesinatos… En castellano tenemos la palabra “pogromo”, que designa estas masacres antijudías. De las pocas palabras que tenemos en nuestra lengua que provienen del ruso: “pogrom” significa “devastación” en esta lengua eslava.

¿En qué han consistido esas acusaciones a lo largo de la historia?

Pues los primeros ataques vinieron de las comunidades cristianas, sobre todo durante el medievo. Se decía que los judíos eran un pueblo “deicida” por haber matado a Dios. Recordemos que los judíos fueron, según los evangelios, quienes entregaron a Jesús a las autoridades romanas, las cuales lo acabaron crucificando.

Es chocante esta acusación, puesto que la muerte y la supuesta resurrección de Jesucristo fue un milagro que atrajo a muchas personas hacia la fe, y la pretendida demostración de que era el hijo de Dios. Por no hablar de que la propia teología cristiana nos habla del significado de esa muerte, de ese sacrificio que salvó a la humanidad.

Otras acusaciones de tinte religioso fueron la de hacer pactos con el Diablo, afirmar que los judíos hacían rituales como profanar hostias consagradas, o usar la sangre de niños cristianos para celebrar la pascua judía (Pésaj). El segundo caso, por ejemplo, fue causante de episodios de violencia contra los judíos de Segovia, tras los cuales la Sinagoga Mayor pasó a ser la Iglesia del Corpus Christi en el año 1410 e.c.

Otras acusaciones sin tanto carácter religioso fue la de envenenar los pozos y fuentes, hecho que algunos quisieron relacionar con el origen de la Peste Negra. O una de carácter más político que religioso: ayudar a musulmanes y normandos a invadir los reinos cristianos.

Una razón muy conocida por la que muchos desconfiaban de los judíos en la época medieval era la de que se dedicaban a la usura, por ser una actividad proscrita para los cristianos pero no para los judíos (salvo que éstos la practicaran con otros judíos, eso sí estaba prohibido por la Halajá o ley judía). Los prestamistas eran una figura oscura, pues se te podían requisar tus bienes si no devolvías el préstamo.

Llegado este punto, cabe señalar la diferencia entre las críticas religiosas y las económicas. El odio por razón de fe sería el “antijudaísmo religioso”, siendo “antijudaísmo económico” el debido a lo indicado en el párrafo anterior sobre la usura.

Hoy en día, y gracias al materialismo histórico de Marx, sabemos que lo material, lo económico, suele dominar sobre aspectos ideológicos, políticos o religiosos. O esto al menos nos muestra el análisis de la historia y de sus mecanismos internos. Pues bien, la violencia sobre los judíos puede explicarse de la siguiente manera:

Cuando las deudas acumuladas con los judíos por la familia real y los nobles de un reino llegaban hasta un umbral crítico, esta aristocracia veía peligrar sus bienes y sus tierras, y decidía que la manera más sencilla de cancelar su deuda era eliminar o expulsar a toda la comunidad judía de dicho reino, quedándose de paso con todos sus bienes, que no eran escasos. ¿Cómo justificar la violencia contra los judíos y su expulsión? Pues con las acusaciones de índole religiosa que he ido enumerando. Es decir, el antijudaísmo religioso se convierte en instrumento del antijudaísmo económico.

Este sería un breve resumen de la cuestión si hablamos de la Edad Media, pero la Edad Contemporánea viene con novedades: el surgimiento de las democracias burguesas, el nacionalismo, las teorías raciales… Pasaré a exponer la “cuestión judía” contemporánea y el antisemitismo en el próximo artículo.


martes, 4 de junio de 2024

POR QUÉ NO VOTARÉ A LA IZQUIERDA

 

No somos pocos los votantes y exvotantes descontentos con la izquierda alternativa española y el papel que ha estado jugando durante los últimos años. Es algo cuantificable viendo la sangría de votos que han venido sufriendo Podemos y Sumar, así como Unidas Podemos en su época. La sangría también ha sido en militantes, aunque ciertas cúpulas quieran mantener guardado el secreto del número de bajas. Y, antes de seguir y por si no resultase obvio, debo aclarar que no incluyo al PSOE en la llamada izquierda alternativa española.

No voy a hacer un análisis científico y pormenorizado de las causas del hundimiento del llamado “espacio a la izquierda del PSOE”, sino explicar brevemente los que yo creo que han sido los grandes errores de esa izquierda, que yo agrupo y resumo en dos. Puedo opinar, pero no leer la mente de todos aquellos que tomaron la decisión de dejar de votar a estos partidos. Y, como exmilitante del PCE y de IU, mi mirada tiene su alcance pero también su sesgo.

El primer error que quiero destacar es el de la desnaturalización de la izquierda. La izquierda ha mutado, ha dejado de ser lo que era a nivel fundamental, en algo tan básico como defender los intereses de los trabajadores. Ciertos intelectuales supuestamente de izquierdas, de una línea ideológica que brota en Francia y que fructifica en Estados Unidos, decidieron que la revolución proletaria era imposible y que había que centrarse en cambios más “realizables”, como transformaciones a nivel cultural, de ideología de masas. Así surge el feminismo hoy en día hegemónico, el feminismo posmoderno de tercera ola. Feminismo que fue abrazado acríticamente por la izquierda a pesar de sus defectos, o más bien de sus excesos. Hubo un fenómeno que supongo que algún día se estudiará en las facultades de sociología o de antropología, y no fue otro que el de haber montado una carrera para ver quién era más feminista, con posicionamientos, teorías y eslóganes cada vez más sectarios. Si no seguías esta deriva fanática, eras un fascista. El PCE, IU, Podemos… Fueron parte de esa carrera demencial y la alimentaron. Y hemos acabado con una pelea gritona entre el sector/secta queer y el feminismo radical.

Los trabajadores fueron siempre la base social de la izquierda, y ahora la izquierda decidió que era buena idea dejar de lado cuestiones económicas, sociales y laborales para centrarse en señalar a los hombres como opresores salvajes con instinto violador, en decir que todo lo masculino es perverso y ha de ser destruido, poner cupos en todas las áreas de la vida, forzar el lenguaje inclusivo o querer instaurar sandeces como que el sexo es algo autoasignado en base a emociones. Por no hablar del atentado contra el derecho y la igualdad que supone la Ley Integral de Violencia de Género, defendida en base al bulo de que las denuncias falsas no existen.

Es decir, al obrero se le mandan mensajes en los que se le ataca o que consisten en chorradas posmodernas que no afectan a su día a día. ¿Dónde está la izquierda de la lucha obrera y popular? ¿La izquierda que señala a los verdaderos opresores, los capitalistas? Pues, como digo, se ha desnaturalizado, ha dejado de ser izquierda como tal. Como el PSOE, pero por una senda mucho más tramposa y maquillada.

El segundo error de esta izquierda ha sido, a mi juicio, su extrema timidez a la hora de implementar políticas transformadoras. No han hecho cambios relevantes, han sido muy blandos y no han conseguido hacer que el PSOE haga políticas más de izquierdas de lo “normal”.

Hay que recordar que el objetivo de IU y Podemos a la hora de pactar con el PSOE era presionarle para que hiciera políticas más radicales y así “marcar la diferencia”. De ese modo conseguirían ganar el favor de los votantes de izquierdas, tener más apoyo electoral y, por consiguiente, tener cada vez mayor influencia en el gobierno hasta tomarlo en sus manos y cambiar radicalmente el país (poniéndolo rumbo al socialismo en el caso del programa de IU).

Aunque es cierto que el pacto de gobierno firmado con el PSOE iba (al menos en parte) en esa dirección, en la práctica ha sido un fracaso monumental. Se han pasado los acuerdos por el arco del triunfo. No derogaron la reforma laboral de 2012, no regularon el mercado del alquiler, vendieron al pueblo saharaui, no derogaron la Ley Mordaza… ¿Qué han conseguido? ¿Hacer una reforma laboral aplaudida por la CEOE y por liberales de referencia como Juan Ramón Rallo? ¿Apoyar el envío de armamento a Ucrania, que tiene ilegalizados a los partidos de izquierdas?

Lo único de cierto “calado” que han conseguido ha sido aprobar la Ley Trans, una basura inmunda que disuelve el concepto de mujer, un ataque contra la ciencia y contra la infancia y que encima ha abierto una profunda brecha en el seno del movimiento feminista. Este es el legado, en los hechos, de Unidas Podemos y de su entorno. No amenazaron al PSOE con romper el gobierno para que se derogase la reforma laboral o la Ley Mordaza. Pero amenazaron para que saliese esta infame Ley Trans. Les preocupa más la agenda queer que los derechos laborales, anteponen su ideología posmoderna a sus supuestas ideas revolucionarias.

Unidas Podemos, y después Sumar, han sido un partido muleta, los tontos útiles del PSOE. Tanto criticar siempre al PSOE como una falsa izquierda, una izquierda traidora, para luego salvarles el culo en las elecciones y regalarles el gobierno a cambio de nada salvo una ley absurda desde el punto de vista del pensamiento racional.

Ellos se han convertido en la izquierda traidora que juraron destruir. Y algo así debe ser castigado de manera severa, y que les sirva de lección. En la URSS fue común obligar a los acusados de traición a hacer autocrítica, a reconocer y enumerar sus errores. Hacerlo era su salvación. En la España actual las cosas no son muy distintas: los partidos de la izquierda alternativa, como traidores a la causa de la clase trabajadora, deben hacer una profunda autocrítica, de lo contrario desaparecerán. Pero no por ser purgados como en la URSS, sino por ser abandonados por esa misma clase trabajadora.