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martes, 7 de octubre de 2025

El Sionismo (II) - El papel de la URSS en la creación del Estado de Israel -

Mucha gente tiene la idea de que Israel siempre ha tenido el apoyo de Estados Unidos, incluso que la creación del Estado de Israel obedece a los intereses que los norteamericanos tienen en Oriente Medio. Todo el conflicto árabe-israelí es concebido por muchos en el marco del imperialismo estadounidense.

Pues bien, esta idea es errónea. EEUU tardó bastante en apoyar claramente a Israel. Fue la URSS la que más influyó para que el “doloroso parto” que dio origen al Estado de Israel se diera de la mejor manera posible, garantizando su éxito.

¿Qué interés tenía la URSS en la creación de dicho estado? Pues se trata de una cuestión geopolítica. La URSS, victoriosa tras la Segunda Guerra Mundial, amplía enormemente su influencia en Europa Oriental y Central, así como en Asia. Los soviéticos aspiran a la revolución internacional, pero no tienen aliados en Oriente Medio. Una región difícil, dominada por gobiernos conservadores y una religión islámica que choca con las ideas progresistas y revolucionarias.

Pero, con el plan de partición de Palestina ya cocinándose (con el famoso mapa propuesto por Naciones Unidas en el que reparten el territorio en dos zonas, la judía y la árabe), Stalin ve posibilidades de contar con un gran aliado en la zona, el futuro Estado de Israel. ¿Qué le hizo pensar que ese país podría llegar a ser un satélite de la URSS en la región? Pues hay varias razones:

 

-   Afinidad nacional: buena parte de los israelíes provienen de Rusia y de regiones otrora dominadas por el Imperio Ruso. Recordemos que la Primera Aliyá u oleada migratoria hacia Israel se inicia en 1881, tras los brutales pogromos acaecidos en dicho imperio. Los judíos rusos, polacos, ucranianos… Eran los que con mayor urgencia emigraron a Israel en un inicio.

- Afinidad ideológica: los primeros sionistas estaban motivados por ideas socialistas e incluso utópicas, los primeros kibutzim eran proyectos marcadamente socialistas y revolucionarios. La URSS era una referencia importante para la vanguardia del sionismo, y para los judíos en general. El Ejército Rojo derrotó a los nazis, los judíos rusos consiguieron ser reconocidos como ciudadanos por primera vez tras la Revolución de Octubre, las persecuciones contra ellos empezaron a ser condenadas por las autoridades durante la era socialista… Por otra parte, y antes de la mencionada revolución, las ideas revolucionarias tuvieron muchísimo calado entre los judíos, quizás por su nivel académico e intelectual situado por encima de la media del resto de súbditos del Imperio de los Zares.

 

-   Enemigos comunes: los sionistas afincados en Palestina llevaban más de dos décadas enfrentados con el Imperio Británico, que era quien gobernaba la región tras la descomposición del Imperio Otomano. Los británicos estuvieron reprimiendo tanto a los árabes que se oponían a la inmigración judía como a los sionistas que deseaban desarrollar su propia lucha de liberación nacional. Recordemos que el antiimperalismo es una de las grandes líneas del marxismo, y lo fue también de la política exterior soviética.

Pero no solo la URSS tenía interés en la región, también EEUU lo tenía. El lugar estratégico de mi oponente es también un lugar estratégico para mí, que dirían los entendidos en estrategia. La era de la Guerra Fría estaba ya comenzando.

Pero EEUU se mostró tímido y cauto con el conflicto en Palestina, Truman estaba a favor del Estado de Israel pero no quería entrar con sus tropas para que no fuera a hacer lo mismo el Ejército Rojo. Pero la URSS tampoco envió sus tropas de manera abierta, sino que envió armas a Israel de manera indirecta, “extralegal”, a través de Checoslovaquia (país que estaba en su órbita). Esas armas permitieron que Israel pudiera salir vencedor de la guerra árabe-israelí de 1948-1949, alcanzando su independencia y estableciendo su nuevo estado. Esto se detalla bastante bien en el célebre libro “Oh, Jerusalén” de Dominic Lapierre y Larry Collins.

Otra razón por la que EEUU se mostraba inseguro en su apoyo a Israel era que la CIA sospechaba que Ben-Gurión (el gran líder político de la independencia de Israel) era filosoviético. El futuro Estado de Israel satélite de la URSS también existía en las mentes pensantes de la inteligencia estadounidense.

La URSS también se movió con audacia y agilidad en Naciones Unidas, aprovechando su posición para favorecer a los sionistas, en un juego de votos y apoyos que sería engorroso detallar aquí. Digamos que jugaron mucho mejor sus cartas que los países árabes, estos siempre con una cerrazón absoluta en su negativa rotunda a la creación del Estado de Israel. Esa fue su perdición, y se mantuvo en los llamados “tres noes” del liderazgo árabe posterior: no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel, no a la negociación con Israel.

Termino con una frase extraída del libro “Breve Historia del Sionismo”, de Joan B. Culla. La frase Pertenece a Isaac Rabin, primer ministro de Israel en el período 1974-1977.

"Sean cuales sean los juicios que el pueblo judío pueda formular sobre los países del bloque comunista, en su haber debe figurar en letras bien grandes el hecho de que, desprovistos de las armas checas, que con toda evidencia no hubieran sido entregadas sin el acuerdo de la Unión Soviética, no habríamos conseguido nunca ganar nuestro combate por la independencia de la nación."

domingo, 21 de septiembre de 2025

LA TERGIVERSACIÓN DEL CONCEPTO DE "ANTISEMITISMO" POR PARTE DE ALGUNOS PROPALESTINOS

Debido a la brutal ofensiva que está siendo realizada por Israel sobre Gaza, y debido también a la inacción de la comunidad internacional al respecto, mucha gente propalestina va radicalizando su discurso, y difunde ideas de lo más extremo. Imágenes con los judíos caricaturizados igual que en la época de los nazis, revitalización de prejuicios de origen medieval sobre el pueblo judío… E incluso justificación de atentados contra representantes de Israel y judíos por el simple hecho de serlo.

Últimamente va ganando prevalencia una idea relativa al concepto de “antisemitismo”, un término que no significa otra cosa que la hostilidad y el odio hacia los judíos. Hay definiciones de la RAE, de organismos internacionales… Que pueden añadir matices: el antisemitismo incluiría generalizaciones y prejuicios sobre los judíos, desconfianza hacia su influencia, desprecio por su cultura…  Y hay sionistas que pretenden que cualquier oposición a las políticas del Estado de Israel sea considerada antisemita. En todo caso, la definición es clara respecto a quien sufre ese odio o discriminación: los judíos. 

¿Qué dicen ciertos propalestinos? ¿Cuál es esa idea que digo que va ganando popularidad? Pues que el antisemitismo es el odio contra los semitas, grupo que incluye a los judíos, pero también a los árabes. Ambos grupos, según el Génesis, son descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé. Tras el Diluvio Universal, Sem habría repoblado Oriente Próximo y Oriente Medio con sus descendientes. De ahí el nombre de “semitas”.

Los semitas serían, desde un punto de vista más antropológico que bíblico, quienes hablan alguna de las lenguas semíticas, que a día de hoy serían el hebreo moderno, el árabe y lenguas menos conocidas como el tigriña y el amárico. Por resumir: tanto los judíos como los árabes serían semitas, y el antisemitismo consistiría en el odio contra ambos grupos, no sólo contra los judíos.

Esta interpretación literal del término “antisemitismo” es una falacia etimológica, lo cual consiste en restringir el significado de una palabra a su composición etimológica. Como la gente que dice que el matrimonio entre hombres homosexuales no debe llamarse así porque la palabra “matrimonio” contiene el concepto “madre”. ¿Alguien se imagina a una persona quejándose de que los ordenadores se llamen ordenadores bajo el argumento de que no sólo sirven para ordenar cosas? Pues eso es, básicamente, lo que pretenden algunos propalestinos, por ignorancia o por mala fe. 

Podrán intentar organizar una Global DeLorean Flotilla que viaje al siglo XIX y así quejarse a quien acuñó el término, pero el significado de la palabra “antisemitismo” es el que es, y no caben tretas lingüísticas ni falacias.

Porque una treta es lo que quieren hacer algunos. Quienes comparan a los israelíes con los nazis por sus crímenes de guerra y su nacionalismo agresivo han llegado a decir que ambos son igual de antisemitas. Los nazis mataron masivamente a semitas, pero los israelíes también, pues matan a árabes palestinos que serían de origen igualmente semítico.

Y hay quien sube la apuesta y dice que los judíos israelíes no son realmente semitas. Que no son originarios de Oriente Próximo, sino que la gran mayoría son de origen jázaro. La “hipótesis jázara” ha sido un caldo de cultivo para toda clase de conspiraciones. En resumen, lo que afirma esta hipótesis es que los judíos de Europa Central y Oriental no provienen del pueblo israelita bíblico, sino que provienen de los jázaros, un pueblo túrquico que fundó un reino entre el Mar Negro y el Mar Caspio, el cual existió entre los siglos VII y XI y que se habría convertido al judaísmo por decreto del rey. Tras el declive y descomposición del Reino, según la hipótesis jázara; sus pobladores se habrían dispersado por Europa, fundando la comunidad judía askenazí, que son los judíos de Europa Central y Oriental (Alemania, Austria, los países del antiguo Imperio Ruso…). Estos judíos europeos son los que fueron llegando por oleadas migratorias (las seis aliyás) al actual territorio de Israel-Palestina, se instalaron y consiguieron fundar un Estado Judío independiente en conjunción con otros grupos judíos de diverso origen y de menor peso demográfico, como los sefardíes (de origen hispano) o los mizrajíes (de Oriente Medio).

Esta “hipótesis jázara” fue una ocurrencia sin fundamento, extendida por Schlomo Sand en su libro “La invención del pueblo judío”, aunque no es una teoría inventada por él. No tiene pruebas sólidas a su favor, ni genéticas ni lingüísticas. Si la teoría ha tenido cierta difusión es por ser útil para quien quiere deslegitimar al Estado de Israel con argumentos históricos que luego critican cuando los usan los judíos. Y, dicho sea de paso, atacando además a los judíos con argumentos biológicos, atendiendo a cuestiones de linaje y genética tal y como hacían los nazis. No son pocos quien se meten con los israelíes por ser blancos y tener ojos claros, señalando que muchos de ellos tienen abuelos o bisabuelos polacos, rusos o alemanes. Aunque claro, según la hipótesis jázara, dichos israelíes deberían tener rasgos túrquicos y préstamos lingüísticos túrquicos, lo cual no sucede (el yiddish, la lengua de la comunidad ankenazí, es una lengua que combina elementos hebreos y germánicos, pero no túrquicos). Hoy en día sabemos que hay cierto parentesco genético entre muchos askenazíes y los pobladores del antiguo Israel, al igual que sabemos que ya había judíos en Europa mucho antes del surgimiento del Reino Jázaro.

En resumen, la idea es negar que los israelíes judíos de origen europeo sean realmente semitas. Pues no vienen de la ancestral Tierra de Israel, sino de un pueblo túrquico, según estos propalestinos. Parafraseemos a este género de propalestinos: “los israelíes sionistas acusan de antisemitas a los que somos antisionistas, pero en realidad ellos no son semitas. Los sionistas son antisemitas por matar a palestinos, pues los palestinos son los verdaderos semitas”. Esta es la pirueta. 

Esta vuelta del revés dialéctica, en combinación con la equiparación entre nazis y sionistas, resulta en un discurso de lo más esquizofrénico. Ojo con la secuencia: 

1. Los sionistas son como los nazis, por querer aniquilar a semitas.

2. Los israelíes no son realmente semitas, pues la gran mayoría de ellos son de origen túrquico.

Es decir, suelen criticar a los sionistas con el argumento de que “son nazis” pero al mismo tiempo señalan a todo el pueblo de Israel bajo argumentos biológicos, haciendo lo mismo que los nazis. Recordemos que el núcleo del nazismo, en su dimensión racista (pues el nazismo contiene también el pangermanismo y el anticomunismo como elementos clave), ataca a los judíos por razones biológicas. El judío era considerado miembro de una raza inferior, un infrahumano que contaminaba la sangre aria-germánica.

Ahora, muchos propalestinos atacan a los judíos por razones también biológicas, de linaje, señalando aspectos de su biología (su apariencia europea), e inventándose teorías sobre su origen. Como colofón, muchos de estos sujetos apoyan que todo el territorio de Israel-Palestina sea para un futuro estado palestino, lo cual implicaría una limpieza étnica a gran escala, con todos los judíos israelíes expulsados por la fuerza o asesinados. La reedición del Holocausto.

Querer vaciar de judíos un territorio, inventarse teorías sobre ellos para justificarse, atacarlos en base a su biología... Van a tener algo de razón quienes llaman nazis a los propalestinos más radicalizados.

domingo, 22 de junio de 2025

TRISTES ESCUDEROS DE SÁNCHEZ

Sánchez está totalmente rodeado de casos de corrupción. Su hermano y su mujer enchufados de la manera más descarada, su mano derecha y su secretario de organización investigados, el fiscal general procesado por hacerle el trabajo sucio al PSOE, el caso sórdido de Leire Díez y el acoso a la Guardia Civil… Hasta las primarias en las que ganó Sánchez estaban amañadas, según parece.

Esto es sumamente grave, y no hay cartas a la militancia ni ataques fútiles al PP que tapen semejante escándalo. Además, parece que esta semana empezará calentita, en cualquier momento alguno de los secuaces de Sánchez pactará con la fiscalía para aportar pruebas contra él y así atenuar su propia condena.

Ante esta situación, sigue habiendo personas y periodistas que defienden al presidente a capa y espada. Algunos a sueldo, otros por cabezonería sectaria y otros por ir contra la derecha siempre y en absolutamente todo.

De estos últimos quiero hablar a continuación. De los que defienden lo que sea, incluso a políticos criminales, por el espíritu de “frenar a la ultraderecha”.

Hace más de diez años reinaba en la izquierda alternativa española una clara oposición al PSOE. Signo de ello fue lo mal que sentó el pacto de Izquierda Unida con el PSOE en Andalucía, allá por 2012. Recordemos que este partido era entonces considerado un partido embaucador y traidor a los trabajadores, al menos desde el punto de vista de esta “izquierda a la izquierda del PSOE”. Y con razón, dicho sea de paso.

Esa izquierda a la izquierda del PSOE, a la que he llamado también “izquierda alternativa española”, hace años que ha rendido sus armas a los socialistas. Unidas Podemos y después Sumar entregaron sus diputados, su fuerza electoral y su discurso al PSOE. Y así, defendiendo a su enemigo, dejaron de ser quien eran, perdieron su razón de ser. Y tiraron al retrete el que se supone que era su papel en la historia, que no era otro que el de desenmascarar a la socialdemocracia como paso necesario para la Revolución.

Pero claro, ha ganado el alma antifascista de esa izquierda, porque parar al fascismo es una misión histórica de primer orden. Pero claro, hay un error: considerar que un partido como Vox sea fascista. Hay que ser tremendamente cegato para equiparar una política de, en resumen, hacer cumplir la ley (que los inmigrantes ilegales sean penalizados por cometer ilegalidades, que se cumplan las órdenes de deportación que recaen sobre terroristas islámicos, etc.) con una política de gasear a millones de judíos. La izquierda que equipara ambas cosas comete, sin saberlo, la misma estupidez que comete Vox cuando dice que el gobierno de Sánchez es “socialcomunista”. Pero claro, la izquierda no se entera de lo que ocurre en este siglo y muchos seguirán diciendo que ir en contra de la inmigración ilegal equivale a promover ideas relacionadas con la superioridad racial.

¿Defiendo yo a Vox? Por supuesto que no, esa gente es reaccionaria y antiobrera, y a saber lo que haría con los servicios públicos. Pero claro, ahora te dicen que, si atacas a Sánchez, eres del club de las derechas, del “Team Facha”. Si sostienes que el gobierno criminal de Sánchez debe caer, es que te gusta Feijó.

Dos cuestiones con esto:

En primer lugar, muchos votantes del PSOE defienden a criminales. Quieren a esos delincuentes en el poder y lo afirman cuando dicen “mejor Sánchez que Feijóo”. Es tragicómico, porque su discurso anti-PP se basaba sobre todo en señalar que el PP es una mafia corrupta, y en decir que “si votas a corruptos y ladrones eres un idiota”. ¿Quién no ha conocido a votantes del PSOE que despreciaban a los votantes del PP por votar a chorizos?

En segundo lugar, la idea que señalo (si no estás con Sánchez, estás en el bando de la derecha) es puro pensamiento bipartidista que, por desgracia, se ha visto reforzado precisamente por la subyugación de Sumar y Podemos al PSOE. IU hizo bien en su día queriendo romper el bipartidismo, y ha acabado apuntalándolo a través de la coalición Sumar. Ya no cantan la consigna de “PSOE, PP, la misma mierda es”, ahora somos menos quienes la seguimos entonando en las calles. En mi caso, engrosando las filas del Frente Obrero.

Otra cosa tragicómica es que, cuando Sánchez dimita, dirán que hizo bien. Defendían mantener a un presidente delincuente y mafioso, para luego acabar diciendo que “fue digno y dimitió”. Pero claro, suponiendo que semejante individuo dimita, cuando yo lo veo más pidiendo una amnistía cuando esté entre rejas o huido en Suiza o Marruecos y considerándose un preso político.

Pero la verdadera tragicomedia de la izquierda ha sido poner todos los huevos en la cesta de Pedro Sánchez, para que esa cesta se rompa en pedazos por el estallido de los casos de corrupción que he enunciado al inicio. Y, lo que es peor, en nombre de la oposición a un fascismo que sólo existe en sus cabezas lobotomizadas.


sábado, 8 de marzo de 2025

LOS EXCESOS DEL FEMINISMO (I)

Estamos a 8 de marzo y resulta inevitable recordar la pasmosa velocidad a la que el feminismo está entrando en decadencia. El hundimiento de una izquierda que lo ha apostado todo por esta ideología, el auge de la extrema derecha, la pérdida de ímpetu y de unidad del movimiento feminista organizado, las grandes decepciones que han traído los “gobiernos feministas”, la quiebra del relato del “hombre feminista” tras los casos de Errejón y Monedero...

No obstante, lo más sintomático es, a mi juicio, el miedo que ha perdido la gente de a pie a confrontar con las ideas del feminismo. Ideas en muchos casos profundamente absurdas y peligrosas. Es cierto que el feminismo nos trajo ciertas reflexiones novedosas y una crítica muy necesaria a prejuicios y actitudes machistas muy arraigadas en nuestra sociedad, pero ha ido demasiado lejos en algunas posiciones y postulados.

Muchas ideas y eslóganes han penetrado en nuestras mentes, ideas equivocadas y eslóganes irracionales. Unos los asumen, otros reaccionan en contra, pero son ideas que han ganado prevalencia, al menos en España. Normalmente, cuando surgen buenas ideas e innovaciones intelectuales, se extienden y se generalizan por su valor intrínseco, siempre y cuando no amenacen seriamente ciertos intereses políticos o de clase.

Pero muchas ideas feministas se han instalado en nuestra vida cultural no por ser buenas ideas, sino por el sectarismo implacable con el que se han extendido. Si llevas la contraria a una feminista, eres un machirulo fascista y poco menos que un hijo de puta adorador de Satán que desea la esclavitud de las mujeres y el retorno al siglo XIV. Habrá que hablar con tu jefe para que te despida.

El feminismo lleva años evitando los debates, queriendo zanjarlos con frases lapidarias y resistiendo con gritos colectivos ridículos para intentar silenciar a la disidencia. Pero la gente, como digo, ha ido perdiendo el miedo paulatinamente, y comprueba lo sencillo que es rebatir la mayoría de argumentos del feminismo. No sólo porque muchos no se sostienen desde el punto de vista del pensamiento racional, sino por la poca profundidad de ideas que muestran la gran mayoría de feministas. Con un par de intercambios verbales ya sale a la luz la irracionalidad de muchos de sus postulados. Unos tardan más, otros menos, pero la toma de conciencia respecto de las imposturas del feminismo va avanzando a la vez que se disipa el temor a confrontar.

Continuemos con un salto a un tema de relativa actualidad: el caso Rubiales, que protagonizó más de un telediario durante el mes pasado. Un caso que, si lo trasponemos 10 años hacia el pasado, sería impensable. ¿Dos años y medio de cárcel para un señor por haberle dado un pico a una jugadora de fútbol en mitad de una celebración? ¿Que ese pico haya sido causa de una cancelación mediática sin precedentes? ¿Que tanta gente apoye a Jenni Hermoso cuando ella misma le quitó importancia al suceso en una entrevista posterior? ¿Qué ha pasado en estos últimos tiempos? ¿Cómo se ha llegado a esta situación tan esperpéntica y distópica?

Mi intención es tratar de exponer mi visión sobre estas últimas preguntas y realizar una serie de artículos en las que hablaré de los elementos en los que, en mi opinión, el feminismo ha ido demasiado lejos.

El primer exceso del feminismo del que voy a hablar tiene que ver con el famoso eslogan que dice así: “hermana, yo sí te creo”.

¿De dónde procede esto? Pues de la crítica feminista al estamento judicial, al que se acusa de ser machista e incluso fascista. ¿Por qué? Pues por no creer a las mujeres cuando denuncian que un hombre las ha maltratado, agredido o violado. Deben de esperar que, cuando una mujer acusa a un hombre de este tipo de delitos, dicho hombre ha de en prisión automáticamente, sin juicios ni investigaciones.

No deben de saber que los delitos se investigan, que hay que hacer averiguaciones para dilucidar lo que ha sucedido antes de condenar a un sospechoso. Porque cuando una persona denuncia a otra, esa otra no es culpable como por arte de magia, esa persona es sospechosa, con estatus de acusado, no de culpable. Es inquietante que, con una frase, se quiera negar todo análisis del caso. Gente que no tiene ni la más remota idea de lo que ha ocurrido en tal o cual caso, declara saber quién es el culpable.

Pero ante esto están los siguientes mantras feministas: “si una mujer dice que la han maltratado, es que la han maltratado”. “Si una mujer dice que la han violado, es que la han violado”. He aquí un exceso del feminismo hegemónico: empiezan queriendo derribar prejuicios sobre las mujeres y acaban afirmando que las mujeres son una especie de ángeles puros de corazón que no mienten cuando denuncian. Se van al extremo opuesto, a la más pura ingenuidad. O al menos desean que los receptores de su propaganda vivan en esa ingenuidad. Y lo peor es que yerran en su objetivo de derribar prejuicios, y lo que derriban es un principio básico de todo estado de derecho, que es la presunción de inocencia. Hasta los principios más básicos del derecho e incluso de la más pura lógica han de ser sacrificados en el altar del feminismo.

Ante esta crítica están prevenidas, alegando que las denuncias falsas son un porcentaje ínfimo del total de denuncias interpuestas, menos de un 1%. Esto es un bulo manifiesto, quien quiera ahondar en ello tiene aquí un vídeo en el que se expone muy bien el tema, con una continuación en la que se analiza un estudio del Consejo General del Poder Judicial para exponer que en torno a un 25% de los casos de denuncias por violencia de género son casos en los que la denunciante se contradecía o no era creíble, incluyendo casos de autolesiones, fotos trucadas y demás argucias para acusar en falso a sus parejas o exparejas, siendo la inmensa mayoría de ellos casos en los que la susodicha no era condenada por denuncia falsa debido a que la fiscalía no actuaba de oficio contra ellas.

Yo he escuchado todo tipo de respuestas agresivas al esgrimir esta cuestión, pero el nivel se sectarismo del feminismo en España es tal que ha anulado el pensamiento crítico de muchísima gente. Y hablo de personas, a priori, con buenas dosis de sentido crítico, pero que lo anulan a la hora de hablar de feminismo, soltando eslóganes absurdos de manera robótica. Síntoma claro de un profundo lavado de cerebro.

Esta defensa acérrima de las mujeres ha tenido como consecuencia que muchas feministas hayan hecho el ridículo defendiendo a ultranza a personajes inquietantes como Juana Rivas, que se montó películas rocambolescas sobre que su exmarido era un maltratador para luego secuestrar a sus hijos, engañándoles y obligándoles a decir que su padre les pegaba. Parecido fue el caso de María Sevilla, otra secuestradora que incluso tuvo a su hijo sin escolarizar. Más de un partido de izquierdas apoyó a estas mujeres, y lo sigue haciendo a pesar de todas las cosas turbias que fueron saliendo a la luz sobre ellas.

Una vez, en una discusión sobre el tema, una feminista me acabó reconociendo que sí es posible que una mujer sea una mala persona con su pareja o expareja y una mentirosa. Pero para después añadir que, si un hombre se lía con una loca, es su problema, que debió tener cuidado al elegir a su pareja. Es demencial: pasamos a culpar a la víctima, un pecado mortal desde la óptica del propio feminismo. ¿Y si yo argumentara que una mujer maltratada es culpable de haberse juntado con un maltratador? Posiblemente querrían meterme 85 años en la cárcel.

Termino con un caso paradigmático: Alberto Fernández, expresidente argentino peronista, fue acusado de violencia de género por parte de su exmujer. ¿Cómo reaccionó buena parte de la izquierda argentina, amiguita del expresidente? Pues diciendo que era una acusación falsa. De repente, esa izquierda encontró una excepción al mantra del “yo sí te creo”. Cuando el acusado es de los suyos, ya se acabó la validez del eslogan. Más hipocresía que ayuda al declive del feminismo.

La historia avanza y va desechando las ideas que no funcionan, las ideas que no resisten el análisis racional. Van floreciendo ideas novedosas, pero se marchitan en más o menos tiempo conforme se refutan y derriban los elementos nucleares del edificio ideológico en cuestión. Escupir sobre las ideas que son absurdas es una importante tarea a la hora de hacer avanzar la historia de la mano de un mayor progreso intelectual, cultural y político.


lunes, 2 de diciembre de 2024

El Sionismo (I) - ¿Qué es el sionismo? -

 

El término “sionismo” se utiliza mucho pero es difícil dar con una definición precisa y que a la vez satisfaga a todo el mundo, sobre todo debido a la marcada polarización existente. Ni siquiera está del todo claro qué clase de cosa es el sionismo. La pregunta “¿qué clase de cosa es esto?” es clave para empezar a definir algo. Para definir el león hay que empezar diciendo que es un tipo de animal, para definir un destornillador hay que empezar diciendo que se trata de una herramienta, etc.

Pues bien, ¿Qué es el sionismo? ¿Una ideología? ¿Un mero nacionalismo judeo-israelí? ¿Un proyecto político? ¿Una vertiente extremista del judaísmo? ¿Una forma de racismo? ¿Una política exterior concreta de Israel?

La etimología puede ser un comienzo aunque no siempre sea algo suficiente. El sionismo toma su nombre de Sion, una colina de Jerusalén donde se ubicaba una fortaleza jebusea que fue conquistada por el Rey David. Esta colina se considera el corazón de Jerusalén y de Israel por motivos bíblicos e históricos que resultaría engorroso detallar en este texto.

El sionismo, en su origen, sería el movimiento político basado en el anhelo de muchos judíos por retornar a la tierra de sus antepasados, la Tierra de Israel (Eretz Israel).

Ese anhelo no lo han tenido siempre los judíos por mucho que así lo sugiera el Himno de Israel, ni mucho menos ha sido una aspiración de todos los judíos. Es cierto que muchos sí, tal y como muestran los poemas de Yehuda Halevi, judío hispano de los siglo XI y XII. Algunos emigraban a Palestina, aunque fuese simplemente para morir allí. Pero no era una idea generalizada entre los judíos, de hecho su religión dicta que deben retornar a la Tierra de Israel sólo tras el advenimiento del Mesías, lo que iniciaría una edad de oro para los judíos y para toda la humanidad. Los muertos resucitarían y se instauraría la paz mundial. Incluso los animales dejarían de comerse unos a otros... Cuestiones apocalípticas aparte, vale la pena remarcar que el sionismo no es una ideología religiosa por mucho que surja de la comunidad judía. No es una prolongación del judaísmo, ni una forma extrema del mismo. Insisto en ello: su credo dicta que hay que esperar a la llegada del Mesías para el retorno del pueblo judío a Eretz Israel. De hecho la gran mayoría de rabinos se opusieron al sionismo desde el principio e incluso quisieron boicotear la celebración del primer congreso sionista (1897).

Volviendo a la cuestión sobre “qué clase de cosa” es el sionismo, podemos concretar más y añadir que se trata de un proyecto nacionalista con una serie de peculiaridades importantes.

El contexto ya lo desarrollé en mi último artículo. Surgen los estados nación modernos, los judíos pasan a ser ciudadanos de pleno derecho… Pero surge el antisemitismo como rechazo a la integración de las comunidades judías, un rechazo etnicista y racista. La población judía sufre ataques y matanzas (los llamados pogromos) y se genera un clima de terror y de alarma, sobre todo en las comunidades del Imperio Ruso y de Europa Central y Oriental.

Ese terror, esa urgencia, esa amenaza existencial es lo que hace que el anhelo se transforme en necesidad. Muchos judíos empiezan a organizarse para emigrar a Palestina y comprar tierras allí, aunque la mayoría emigran a otros lugares, siendo EEUU el destino más popular.

Como proyecto nacionalista, se trata de un proyecto en pleno sentido. No es un nacionalismo como el italiano o el alemán, que crearon naciones nuevas durante la segunda mitad del siglo XIX a partir de una base histórica, lingüística y territorial bien cimentadas. Los sionistas no tenían soberanía sobre un territorio, ni una lengua común, ni una identidad unificadora más allá de una religión, una cultura y, ahora sí, un anhelo común de escapar de las persecuciones, el odio y la discriminación. Fue más “aparatoso” para ellos fundar su nación. Era un proyecto económico, ya que se compraron tierras, se instalaron grupos de inmigrantes que pudieran prosperar; pero también era un proyecto diplomático, puesto que se movieron hilos a nivel político para que se les concediera un “Estado Judío”, bien en Palestina o en donde fuera posible. Hubo contactos y reuniones con autoridades del Imperio Británico o del Otomano para conseguirlo. Por eso digo que es un proyecto propiamente dicho, en el sentido más empresarial que puede tener un movimiento nacionalista.

Este proyecto tiene otra característica peculiar: es una colonización sin metrópoli definida. Cualquiera puede imaginarse a británicos saliendo de su isla para conquistar territorios en África o en Asia, extendiendo su poder político, económico y militar. Pero la colonización judía de Palestina, tanto antes como después de la fundación del Estado de Israel en 1948, no es tan visible como proceso colonizador. No hay una potencia o imperio colonizador como tal, ni extracción de recursos, sólo grupos que van llegando porque huyen de un antisemitismo que surge en el siglo XIX y culmina con el Holocausto. ¿Cómo unos judíos desvalidos y perseguidos van a ser vistos como colonizadores?

En cuanto a las peculiaridades del sionismo en tanto nacionalismo, se trata de un nacionalismo claramente etnicista, de inspiración romántico-germánica. Pues recordemos que hay nacionalismos cívicos y nacionalismos étnicos. Los primeros son el francés o el estadounidense: es miembro de la nación quien tenga la ciudadanía y adquiera con ello derechos y deberes. Los nacionalismos étnicos son más propios de Europa Central y Oriental, y son producto del romanticismo alemán. El tema es muy interesante, rico en detalles y ya lo sobrevolé en el artículo anterior, pero resumamos diciendo que en un nacionalismo étnico se considera miembro de la nación a aquella persona que tenga “sangre nacional” y que tenga la cultura nacional. Es decir, que tenga un mínimo de antepasados autóctonos y que además haga uso de la lengua y costumbres nacionales.

Este nacionalismo fue el que excluyó a los judíos de las naciones europeas, el que quiso extirparlos del cuerpo nacional. Pero también fue este estilo de nacionalismo el que impregnó las mentes de los primeros sionistas, que eran judíos centroeuropeos, los llamados askenazíes. Eso mamaron, eso parieron. El sionismo consideraba nacionales sólo a los judíos, aunque fuesen judíos laicos cuya “judeidad” fuese cultural y/o biológica en vez de puramente religiosa. Pues ocurre que el propio judaísmo contiene consideraciones biológicas o de sangre. Mientras que muchos rabinos permiten el ingreso de todo tipo de personas mientras sigan los ritos y los preceptos judíos (la halajá), otros son más exigentes y exigen que tus antepasados o que al menos tu madre sea judía. Muchos de ellos se basan en el libro de Esdras, que fue un sacerdote del siglo IV a.e.c. que exigía que los judíos no se mezclaran con otros pueblos, llegando incluso a disolver los matrimonios entre judíos y gentiles (goyim), queriendo aislar reproductivamente/biológicamente a la comunidad.

Es irónico, ya que los sionistas abrazan el nacionalismo étnico, el mismo que los excluyó. Hitler y otros nacionalistas europeos que lo precedieron hablaban de la sangre judía, de la raza judía. Pues muchos judíos sionistas, en vez de querer contrarrestar esta idea tan peligrosa y nociva, lo que hicieron fue asumirla y decir: “sí, efectivamente. Somos una raza diferente. No podemos ni debemos integrarnos en los pueblos de Europa. Debemos separarnos y fundar nuestra propia nación étnica.” Esto sobresaltó a muchos judíos que querían integrarse en Francia, Alemania… “¿Cómo que debemos irnos y fundar otra nación? ¡Somos franceses, somos alemanes, debemos integrarnos aunque conservemos nuestra religión! ¡No le demos la razón a los antisemitas!”.

La segunda posición, la propia de los judíos reformistas, suena bien pero era más o menos sencilla en Francia o Gran Bretaña, no tan sencilla en Alemania e inviable en el Imperio Ruso: los judíos rusos debieron esperar hasta el triunfo de la Revolución Rusa (1917) para poder ser aceptados como ciudadanos. Es una fecha bastante posterior a los debates fundacionales del sionismo.

No obstante, definir al sionismo simplemente como un cierto tipo de nacionalismo sui generis puede resultar poco satisfactorio, limitado. ¿Acaso los estados y gobiernos francés, chino o indonesio no son también nacionalistas en cierto sentido? Si toda nación tiene su nacionalismo propio, ¿qué le podemos reprochar a los sionistas? He aquí un problema.

Y el problema se debe a las peculiaridades ya no sólo ideológicas, sino históricas del sionismo. El Estado de Israel se fundó a través de la colonización y de la expulsión de pobladores autóctonos en una época muy tardía (el país nace como tal en 1948) y de manera especialmente agresiva para su época.

Conviene recordar que la génesis de las naciones es un proceso violento. España surge de la Reconquista, EEUU de la expulsión de los indios americanos, otros muchos países nacen de guerras de independencia, de unificaciones violentas de territorios y reinos otrora separados, China surge de guerras civiles una tras otra…

Israel surge de una colonización pura y dura en una época en la que lo que estaba empezando a ocurrir a nivel mundial era justo lo contrario, la descolonización. Es sobre todo por esta razón que haya tanta oposición al sionismo, se trata de un nacionalismo muy violento en una época en la que no estamos habituados a ello, y en la que, por cierto, ya es ilegal quedarte territorio ajeno a través de la guerra.

Para continuar y poder superar las limitaciones de este breve análisis es esencial profundizar en el desarrollo histórico del sionismo, de lo contrario no hay comprensión posible. En el próximo artículo hablaré del protosionismo y de los intelectuales previos al surgimiento del sionismo político moderno.

martes, 29 de octubre de 2024

Las acusaciones contra los judíos a lo largo de la historia (PARTE II: el antisemitismo moderno)

 

En la publicación del mes pasado hablé del antijudaísmo económico y del religioso, los dominantes durante el medievo, así como de las acusaciones que recaían en aquella época sobre los judíos y sus comunidades.

Ahora toca hablar del antisemitismo como tal, en sentido estricto. El término fue ideado en 1873 por el periodista alemán Wilhelm Marr, y tenía un sentido racial. El antisemitismo no es otra cosa que el odio o rechazo hacia la “raza judía”. Esto implica dos elementos: el primero es la idea de que los judíos son un grupo racial con unas características biológicas distintivas, y el segundo considerar a este grupo como biológicamente inferior y merecedor de rechazo, odio, discriminación o cosas peores.

El antisemitismo es esto y no otras cosas que se oyen. Es una falacia considerar antisemita a quien se oponga al sionismo, como algunos dicen. Oponerse al sionismo es un posicionamiento político que no tiene por qué tener implicaciones raciales o biológicas. De hecho, es raro que las tenga a día de hoy, tiempo en el que el concepto de raza está superado y abandonado desde el punto de vista científico, al menos a la hora de hablar de la especie humana. Eso no quita que en momentos como el actual, con Israel lanzando bombas a diestro y siniestro de manera inmisericorde, salgan algunos diciendo que los judíos son perversos, avaros, que dominan el mundo en la sombra, que si siempre se los ha odiado será por algo… Curiosamente estos comentarios racistas suelen venir de gente de izquierdas, no de gente de "ultraderecha".

Pero por el lado de los antisionistas también hay otra falacia: partir de la etimología de la palabra “antisemitismo” y decir que es el odio a los pueblos semíticos, es decir, tanto hacia los árabes como hacia el pueblo hebreo. Con ello acusan al Estado de Israel y a los israelíes de ser ellos los antisemitas, puesto que oprimen y asesinan a árabes siendo ellos mismos europeos (recordemos que buena parte de la población israelí es descendiente de inmigrantes europeos). Este argumento es de lo más torpe, queriendo dar la vuelta a la tortilla agarrándose al clavo ardiendo de la etimología. Es la llamada falacia etimológica. La utilizada, por ejemplo, por quienes se oponen al matrimonio gay diciendo que “matri” proviene de “madre”. El mismo absurdo, el mismo ridículo intelectual.

Clara la definición, y por dar continuidad al artículo del mes pasado sobre el antijudaísmo medieval, podemos pasar a tratar el modo en el que evolucionaron las acusaciones contra los judíos en la Edad Contemporánea.

Esta etapa histórica nace con la Revolución Francesa de 1789, tras la que van surgiendo las democracias liberales burguesas. Los nuevos estados-nación democráticos tienen como miembros de la comunidad a los ciudadanos, que no son ya súbditos del rey, sino votantes y por ende dueños del destino del país.

En los diferentes países europeos van conformándose cuerpos nacionales en los que se integra a los judíos (y otras minorías) como ciudadanos de pleno derecho. Hay una política de integración y asimilación, pero no todo es bonito para los judíos, la fusión de unos grupos étnicos con otros no es tan sencilla en la práctica como lo es sobre el papel. ¿Por qué? Pues es obvio que el odio a los judíos persistía como residuo vivo del medievo.

Cuanto más se integraron los judíos, más odio suscitaban en quienes los odiaban, ya que decían que se ocultaban, pensando que el engaño forma parte del carácter racial judío. La ocultación sería una prueba más de su carácter diabólico.

En buena parte de Europa se pensaba que los judíos conspiraban para dañar a las naciones desde dentro, y que avanzaban disfrazados para conseguir mejor sus intereses. Supuestamente sufrían de la envidia de no tener una nación propia y querían destruir a las demás.

Paradójicamente, también se rechazaba a los judíos que no querían integrarse ni salir de sus guetos, conservando su identidad y sus costumbres frente a la amenaza de “desaparición por integración-asimilación”.

Y, cuando a un antisemita se le muestran pruebas de que los judíos no conspiran, en vez de abandonar sus ideas, las consideran como más razones para sus convicciones. Consideran que esas pruebas son argucias de los judíos para ocultar sus maquinaciones y conspiraciones.

¿Y qué conspiraciones eran esas? Pues la más conocida era la de dominar el mundo a través de la política, la banca, la prensa… Recordemos que los judíos solían tener profesiones intelectuales: profesores, médicos, banqueros, periodistas… Se les acusaba de copar estos puestos para ejercer poder e influencia.

Un hito importante a la hora de forjar la idea de que los judíos desean la dominación mundial es la aparición de un texto llamado “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, en que se desvelan los planes judíos de dominar el mundo a través de la masonería y mediante la infiltración en el movimiento comunista. El documento era una farsa, fue inventado en 1900 por la policía zarista para justificar los pogromos que sufrían los judíos en el Imperio Ruso.




A esto se le suma que los nacionalismos más radicales y de inspiración romántica, tales como el alemán, admiraban la vida campestre y al campesinado como alma de la nación, y despreciaban las profesiones intelectuales, ejercidas precisamente por los judíos. Se los consideraba incluso biológicamente incapaces de vivir en el campo, ante las inclemencias de la naturaleza. Conviene recordar que el romanticismo idealiza el pasado, muchos jóvenes románticos de las ciudades sienten nostalgia por la vida en el campo, al aire libre, y grandes grupos van a los bosques y a la montaña, creándose una mitología agreste.

Los nacionalismos de cariz romántico eran etnicistas, lo cual significa que para ser miembro de la nación no bastaba con adquirir la ciudadanía, sino que había que tener “sangre nacional” y tener la cultura nacional. La conocida mística de la “sangre y el suelo” (imagen inferior, Blut and Boden) tiene que ver con eso.




Pues bien, los nacionalistas alemanes excluían a los judíos del cuerpo nacional. ¿Acaso no tenían lengua, religión, tradiciones y leyes propias? Pues bien, también se los excluyó desde el punto de vista biológico por ser supuestamente de otra raza, de otra sangre. Esta forma de nacionalismo incorpora las teorías raciales que fueron tomando cuerpo a lo largo del siglo XIX, teorías que darían para hablar en un texto aparte. Y claro, si eres de otra sangre, de otra raza, nunca serás un verdadero alemán por mucho que te integres y dejes de lado el judaísmo y la cultura judía. He ahí el punto esencial, la negación de la posibilidad de integración y el deseo de que el judío sea extirpado de la nación. Si los nazis consideraron que la "solución final" a la cuestión judía era el exterminio fue precisamente por considerar imposible la integración y asimilación.

¿Y de dónde sale la idea de que los judíos querían instrumentalizar el comunismo para dominar el mundo? Pues, aunque se trate de una idea fantasiosa, no sale de la nada. La clave no está, como muchos creen, en que muchos líderes revolucionarios fueran de origen judío, como Rosa Luxemburgo, Eduard Bernstein, Karl Liebknecht, Karl Radek, Grigori Zinoviev, Lev Trotsky o el propio Marx; sino en que se establecen asociaciones entre “lo judío” y el comunismo. La clave está más bien en el carácter internacional de la revolución: se da a la vez en países diferentes, con los mismos objetivos en todo el globo... Los judíos se esparcen por toda Europa, se dice que quieren dominar el mundo… La revolución parece tarea de judíos que quieren demoler las naciones y establecer su propio gobierno global. Se podría decir que la revolución sería el vehículo oculto para alcanzar el dominio mundial.

Hoy en día mucha gente da totalmente la vuelta a este argumento y asocia judaísmo y capitalismo, hablando de los Rothchild y de otras familias de origen judío que dominan las finanzas internacionales a su antojo e intereses, y usando el argumento de que un gran porcentaje de los “ultrarricos” son judíos.

Terminaré hablando de dos acusaciones más, especialmente remarcables poco antes del Holocausto, en la Alemania de entreguerras. La primera de ellas es nada menos que decir que los judíos causaron la derrota de Alemania durante la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué? Por ese deseo que supuestamente tienen de demoler las naciones desde dentro. Habrían podido dinamitar el desarrollo de la guerra al ocupar cargos relevantes dentro de la administración pública.

La siguiente acusación tiene que ver con el Crack del 29. Alemania acusaba una terrible crisis, con un paro extremo y grandes dificultades para subsistir. Pero daba una especial rabia que los judíos no sufriesen tanto, por tener trabajos más cualificados y por ayudarse entre ellos. Esto de que “se ayudan entre ellos” siempre ha despertado envidias, contra los judíos y contra toda minoría étnica dentro de un país, pues esas minorías tienden a formar redes de apoyo mutuo, lo cual desquicia al nacional que no forma parte de ellas.

Este artículo termina aquí y tendrá como continuación otro texto más sobre la cuestión del sionismo, una ideología que no se puede entender sin el fenómeno que la originó, que fueron el antisemitismo y las políticas antisemitas.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Las acusaciones contra los judíos a lo largo de la historia (PARTE I: el antijudaísmo religioso y el económico)

 

Desde hace siglos, los judíos han sido objeto de todo tipo de acusaciones, lo cual ha conducido a la violencia contra sus comunidades. Expulsiones, saqueos, robos, asesinatos… En castellano tenemos la palabra “pogromo”, que designa estas masacres antijudías. De las pocas palabras que tenemos en nuestra lengua que provienen del ruso: “pogrom” significa “devastación” en esta lengua eslava.

¿En qué han consistido esas acusaciones a lo largo de la historia?

Pues los primeros ataques vinieron de las comunidades cristianas, sobre todo durante el medievo. Se decía que los judíos eran un pueblo “deicida” por haber matado a Dios. Recordemos que los judíos fueron, según los evangelios, quienes entregaron a Jesús a las autoridades romanas, las cuales lo acabaron crucificando.

Es chocante esta acusación, puesto que la muerte y la supuesta resurrección de Jesucristo fue un milagro que atrajo a muchas personas hacia la fe, y la pretendida demostración de que era el hijo de Dios. Por no hablar de que la propia teología cristiana nos habla del significado de esa muerte, de ese sacrificio que salvó a la humanidad.

Otras acusaciones de tinte religioso fueron la de hacer pactos con el Diablo, afirmar que los judíos hacían rituales como profanar hostias consagradas, o usar la sangre de niños cristianos para celebrar la pascua judía (Pésaj). El segundo caso, por ejemplo, fue causante de episodios de violencia contra los judíos de Segovia, tras los cuales la Sinagoga Mayor pasó a ser la Iglesia del Corpus Christi en el año 1410 e.c.

Otras acusaciones sin tanto carácter religioso fue la de envenenar los pozos y fuentes, hecho que algunos quisieron relacionar con el origen de la Peste Negra. O una de carácter más político que religioso: ayudar a musulmanes y normandos a invadir los reinos cristianos.

Una razón muy conocida por la que muchos desconfiaban de los judíos en la época medieval era la de que se dedicaban a la usura, por ser una actividad proscrita para los cristianos pero no para los judíos (salvo que éstos la practicaran con otros judíos, eso sí estaba prohibido por la Halajá o ley judía). Los prestamistas eran una figura oscura, pues se te podían requisar tus bienes si no devolvías el préstamo.

Llegado este punto, cabe señalar la diferencia entre las críticas religiosas y las económicas. El odio por razón de fe sería el “antijudaísmo religioso”, siendo “antijudaísmo económico” el debido a lo indicado en el párrafo anterior sobre la usura.

Hoy en día, y gracias al materialismo histórico de Marx, sabemos que lo material, lo económico, suele dominar sobre aspectos ideológicos, políticos o religiosos. O esto al menos nos muestra el análisis de la historia y de sus mecanismos internos. Pues bien, la violencia sobre los judíos puede explicarse de la siguiente manera:

Cuando las deudas acumuladas con los judíos por la familia real y los nobles de un reino llegaban hasta un umbral crítico, esta aristocracia veía peligrar sus bienes y sus tierras, y decidía que la manera más sencilla de cancelar su deuda era eliminar o expulsar a toda la comunidad judía de dicho reino, quedándose de paso con todos sus bienes, que no eran escasos. ¿Cómo justificar la violencia contra los judíos y su expulsión? Pues con las acusaciones de índole religiosa que he ido enumerando. Es decir, el antijudaísmo religioso se convierte en instrumento del antijudaísmo económico.

Este sería un breve resumen de la cuestión si hablamos de la Edad Media, pero la Edad Contemporánea viene con novedades: el surgimiento de las democracias burguesas, el nacionalismo, las teorías raciales… Pasaré a exponer la “cuestión judía” contemporánea y el antisemitismo en el próximo artículo.